Política

La victoria de Ayuso

El debate celebrado en Telemadrid se desarrolló según lo previsto. Es lo normal en unas elecciones. La izquierda mostró su cara más inquietante y sombría con descalificaciones, insultos, mentiras y manipulaciones. Una vez más se comprobó que todo vale contra Ayuso. ¿Y cuál fue el balance? Una clara y contundente victoria de la candidata del PP. Estaría muy bien que todos los madrileños volvieran a ver el debate para comprobar la mezquindad a la hora de utilizar la pandemia. Esto haría que la derrota de socialistas, comunistas y populistas fuera demoledora. Haría muy difícil que alguien apoyara una alternativa que conduciría a una peligrosa regresión social, económica y política. Escuchando a Gabilondo, García e Iglesias no se entiende por qué Madrid es una de las comunidades más avanzadas de Europa y cuál es la razón por la que el centro derecha hace más de veinte años que consigue ganar en todas las citas electorales. Hay dos realidades: una es la que desearían los radicales y otra la fácilmente contrastable con los datos objetivos. La parte positiva del debate fue, precisamente, comprobar que Madrid tiene una presidenta que está a la altura de las circunstancias que es exigible para la comunidad que es el motor de la economía española y es capaz de seguir liderándola en la lucha contra la pandemia.

La alternativa que se pudo constatar fue la actuación concertada de Iglesias, con la agresividad y despotismo que le caracteriza, Gabilondo, que ofreció su perfil soso habitual y su condición de candidato a pesar suyo, y García, intentando ser la única médica desde Asclepio o Imhotep. Monasterio puso en evidencia las contradicciones de los candidatos de Mas Madrid y de Podemos mostrando la firmeza que le caracteriza, pero con ese sosiego que molesta a sus enemigos. Era divertido comprobar el nerviosismo que provocaba en Iglesias y García. Bal intentó mostrar la utilidad de Ciudadanos, pero las circunstancias juegan en su contra. Por su parte, Ayuso se mostró tranquila y segura, porque le avalaba la gestión realizada en circunstancias tan difíciles y en las que no contó con el apoyo del gobierno socialista-comunista en el que Iglesias era vicepresidente.

Al final, la idea fuerza y definitiva es que «está en riesgo el futuro de Madrid y que nos cambien por la puerta de atrás el modelo de sociedad». Es lo que los madrileños y los españoles nos jugamos el 4 de mayo: elegir entre libertad y populismo.