Política

«¿Sabes quién manda ahí?... Yo»

Hay figuras en nuestra élite política y económica que están enseñadas a ejercer el poder como si fuera la suerte que decide quién sube y quién cae. Ellos ponen y ellos despiden. Les ha ayudado, y les ayuda más, ser amigos del presidente del Gobierno o del «fontanero» mayor de la Moncloa que los muchos o pocos méritos que hayan podido conseguir en base a su esfuerzo. Y el presidente y el «fontanero» del presidente que les colocó, y les sigue colocando, no tienen ningún reparo en que ejerzan de manera totalitaria el poder que ellos otorgan, siempre y cuando obedezcan fielmente a sus intereses.

La podredumbre es sistémica, y funciona igual cuando gobiernan unos o cuando gobiernan los otros. Aquí las ideologías no hacen diferencias. Con esto se puede entender que todavía viejas glorias del poder del Gobierno del PP se sienten contigo y te pregunten «¿tú sabes quién manda ahí?». Ante tu silencio, signo no de ignorancia, y sí de preocupación, te cae el «ahí mando yo, y a fulanito voy a decir que le echen». O también todavía te repiten la pregunta, «pero, ¿tú sabes quién manda ahí?, que ha debido ser su arma de destrucción masiva, para entonces decirte eso de «tú, pídeme lo que quieras, que te lo doy». El a cambio de qué lo dejan siempre implícito en la conversación.

Ya no mandan ahí, ni tienen capacidad de echar ni de dar favores, pero que lo sigan usando como tarjeta de presentación es prueba de hasta dónde debieron llegar y el daño que pudieron hacer cuando sí tenían ese mando.

Este pasado se sigue repitiendo en el presente. Aunque la izquierda, que criticaba esto de Aznar o de Rajoy, disfrace lo que hacen ahora en el Gobierno de Sánchez. Aquí también está cogiendo poder otra especie de «beautiful people», actualizada, pero igual de bien conectada con quien tiene el poder en Moncloa. Y la red se extiende por consejos de administración, empresas públicas, toda la telaraña que permite que en el reparto no entre nadie que no sea del clan. Y, por supuesto, hasta enredan a una de las grandes firmas auditoras para que así el apaño del negocio quede completo. Y la gran consultora puede acabar beneficiándose en el concurso de una entidad financiera o en la fiscalización del uso de los fondos europeos en la Administración. No falta detalle porque, en realidad, antes, igual que ahora, la pregunta es la misma: «¿Sabes quién manda ahí?».