Ciudadanos

Estrella moribunda

La existencia de una fuerza política como Ciudadanos, de centro y liberal siempre puede resultar de agradecer, otra cosa es que haya quienes la voten

La convención política de Ciudadanos en la que ha tratado de relanzarse a esta organización a lomos de un liberalismo para el que el partido de Arrimadas se arroga todo el pedigrí, además de proyectar lo más parecido a un rictus por la supervivencia, mostraba nuevamente a un partido que, por segunda o tercera vez trata de contestarse a sí mismo a la pregunta de qué es lo que quiere ser de mayor, después de haber transitado sin acabar de instalarse en los territorios del centro izquierda y del centro derecha. Pero tal vez lo más importante llegados a este punto sea la imagen real que proyecta esta formación fundada casi antes de ayer pero clave en el último lustro en la política española. Hace unas semanas la NASA conseguía fotografiar a una estrella en su mejor momento de vitalidad a bastantes miles de años luz de distancia, lo que significa que la situación actual del astro probablemente ya moribundo, no se corresponde con la imagen que recibimos. Con Ciudadanos parece ocurrir algo muy parecido teniendo en cuenta que, gran parte de lo que pretende proyectar se corresponde con imágenes de un pasado muy vitalista y más o menos lejano para una formación liderada por Inés Arrimadas, que ya ni es primera fuerza política en Cataluña, ni tercera fuerza a nivel nacional con muchas posibilidades en su momento de haber crecido sin techo, aunque todavía clave en lugares no menores como Andalucía o Madrid capital consecuencia hasta próximas convocatorias electorales, de esa proyección que hoy nos llega desde tiempos más brillantes de la actual estrella moribunda.

La existencia de una fuerza política como Ciudadanos, de centro y liberal siempre puede resultar de agradecer, otra cosa es que haya quienes la voten. El elector suele ser a veces volátil e incluso desmemoriado a la hora de encarar las urnas, pero hay dos cosas que no le pasan por alto como son la división interna en los partidos y sobre todo –caso que nos ocupa– la sensación de que ese voto puede directamente no servir para casi nada. El partido fundado por Albert Rivera tuvo su oportunidad, pero la dejó pasar, entre otras cosas por no haber reparado en que los liberales del PP a los que Rajoy abrió la puerta de salida eran sencillamente prestados, por no hablar de errores de bulto con origen murciano. Toca empezar de cero sí, pero el escenario ya es otro.