Política

Basta ya

Frente al terrorismo no caben ni el negacionismo ni las cortinas de humo

La Conferencia de Presidentes convocada por Sánchez y celebrada el viernes pasado, no sólo incumplió el Reglamento de este instrumento de coordinación, demostrando que para el Presidente siempre es mejor un pie de foto que el BOE, también sirvió como metáfora de la capacidad de hacer cesiones y concesiones del sanchismo. No en vano, la celebración de la reunión sirvió para premiar a dos socios preferentes del Gobierno: a uno, por ir, después de amagar con no hacerlo, con nuevas cesiones de impuestos, que no se trata de armonizar con los amigos; y a otro, pese a no ir, con una reunión de la mesa bilateral que tendrá lugar solo unos días después de conceder cinco minutos por autonomía al resto de España. Sin embargo, no hay cesión ni concesión, por grave que sea, que no palidezca al lado del pago a plazos, fijo y semanal, que supone acercar cada siete días a cuatro o cinco presos de ETA. Un proceso que ha supuesto el acercamiento de 238 presos, muchos de ellos con delitos de sangre, por exigencia de Bildu, que es un partido heredero de Batasuna, que sigue sin condenar la violencia y en ocasiones la continúa justificando, pero del que depende parlamentariamente el Gobierno de Sánchez. El acercamiento es un salto mortal con doble tirabuzón, porque ahora está en una segunda fase de aproximar a las cárceles vascas, gestionadas ahora por el Gobierno autónomo, también gracias a una graciosa concesión sanchista, a los terroristas que «solo» habían sido trasladados a comunidades limítrofes. Todo tremendamente grave, porque se trata de una decisión que no cuenta con el aval de las víctimas del terrorismo, ni ha sido dialogada con la oposición, pese a que supone incumplir consensos antiterroristas que datan de hace décadas. Pero que lo es, sobre todo, porque supone cambiar la dignidad de las víctimas, algo que no tiene precio, por un puñado de votos en investiduras y presupuestos, modificando el relato de que la democracia jamás pagaría a ETA ni por matar ni por dejar de matar. Es especialmente duro cuando acabamos de rememorar, como hacemos cada mes de julio desde el año 1997, el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, que conmocionó unánimemente a la sociedad española, y en el que una ciudadanía unida contra el terror se resistió y se opuso a aquel ignominioso chantaje, en el que ETA pedía, precisamente, el fin de la dispersión de los presos de la banda. Puede que en estos tiempos de Gobierno sanchista, llenos de personalismo sectario y faltos de grandeza política, no haya acto más vergonzoso ni más doloroso que esa cesión machacona y semanal a un chantaje con unas resonancias emocionales tan poderosas. Está claro que los demócratas, los constitucionalistas, o simplemente las gentes de bien de esta nación de ciudadanos libres e iguales tenemos una nueva ocasión para decir, alto y claro, Basta Ya. Frente al terrorismo no caben ni el negacionismo ni las cortinas de humo, solo estar al lado y del lado de las víctimas del terrorismo, que son los héroes cívicos de nuestra democracia.