Haití

¿Y las haitianas?

Ser mujer en Haití es una bicoca. Llevan pulsera de todo incluido. Incluso con derecho a que te maten. Es un gran «resort» de la tragedia

Hay lugares en el mundo que permanecen en un eclipse eterno adonde por no llegar ni aterrizan las proclamas feministas. Haití está en el Caribe. Qué bien suena y qué mal retumba. Las mujeres haitianas no tienen a nadie que las defienda. No les molesta que las piropeen por la calle, ni que les ofrezcan una Coca Cola en lugar de una cerveza en un bar por aquello de que las chicas también beben alcohol y los camareros no se enteran. Porque lo más habitual es que las violen sin que se entere la horda del heteropatriarcado. No hay manifiestos de labia sentimental almibarada por lo que pueda pasarles. El foco publicitario está en Afganistán y es ahí donde tienen que dirigirse los panfletos. En alma, no en cuerpo. Es mejor sentir indignación desde una terraza de verano. La culpa no la tienen los hombres afganos, las reglas de la sharia, que no son tan distintas a las que rigen en otros países de islamismo radical a los que no se les tose, sino los imperialistas Estados Unidos de cuando Trump no el de Biden y Kamala Harris, que, pobre, se despierta por las noches y ve la Casa Blanca a través de un burka. Y de todos sus aliados, incluida España.

A ver, el machismo nació en Malasaña, que no nos enteramos, las chicas tatuadas sufren una enormidad cuando le miran el trasero, y en los despachos de las embajadas occidentales. Las haitianas no necesitan lenguaje inclusivo. Porque no existen. No son ellas, ni elles, son un trozo de carne a punto de pudrirse. Rebeca Argudo, que escribe en estas páginas, me relató que en un viaje a aquel país le advirtieron de que era mejor que llevase una compresa teñida de rojo «para que si nos asaltaban al menos no me violaran porque si creen que tienes la regla para ellos estás como maldita». Ser mujer en Haití es una bicoca. Llevan pulsera de todo incluido. Incluso con derecho a que te maten. Es un gran «resort» de la tragedia. Para Irene Montero y sus acólitas el denigrante trato a la mujer depende de la geografía. Y de la ideología, hermanas.