Defensa

Militar y servidor público

La milicia junto con el código ético imprescindible para cumplir con la misión, y los principios y valores que la atesoran conforman al militar, al soldado.

Luis Feliu

En el mundo anglosajón la figura del civil servant es muy específica y no incluye a la Policía, Fuerzas Armadas, Servicio Exterior u otros trabajadores del sector público. El civil servant, servidor público, trabaja solo en departamentos y agencias del gobierno central.

En España existe el funcionario público contratado por oposición y trabajadores públicos, contratados temporalmente, para determinados cometidos. El servidor público es un anglicismo nada concreto en nuestro país.

Teniendo en cuenta que la Seguridad y Defensa es un bien público al igual que la Sanidad, Educación u otros esenciales se podría argumentar que los que sirven en ese ámbito de Defensa pudieran ser servidores públicos. El problema aparece cuando mezclamos el Ministerio de Defensa, órgano civil de la administración central del Estado con las Fuerzas Armadas, institución militar y pilar esencial del mismo, o cuando confundimos a éstas con el Ejército, sea de Tierra o del Aire.

Admitiendo el anglicismo, el militar, milite o soldado, comparte con el servidor público en que a ambos les paga el Estado y que al igual que los funcionarios públicos se entra por concurso oposición, muy exigente para los militares, por cierto.

Sin embargo las diferencias son abismales. Permítanme destacar algunas:

El militar una vez aprobado el proceso de oposición adquiere esa condición cuando presta solemne juramento o promesa ante el símbolo de la nación, la Bandera, de entregar hasta su vida en defensa de su nación, de sus conciudadanos. De ahí el Todo por la Patria que luce en la entrada de los cuarteles militares o de la Guardia Civil.

A diferencia de los servidores públicos, una vez adquiere esa condición el militar cede al Estado el ejercicio de algunos derechos fundamentales debido a su misión y condición de ciudadano depositario del ejercicio definitivo y legítimo de la violencia del Estado para garantizar su supervivencia.

Otra diferencia esencial es que el militar es dueño de su empleo, al que se llega por mérito y capacidad, no de su puesto de trabajo. Cada tres o cuatro años o por ascenso debe cambiar de destino y muchas veces de ciudad de residencia. En cuanto a la plena disponibilidad, incluso las vacaciones u otros periodos están sujetos a las necesidades del servicio lo mismo que la incorporación inmediata a la unidad en caso de urgencia. Nada similar en la administración civil del Estado.

Por otro lado todos los que están en unidades incluidas en el ciclo de disponibilidad operativa se ven imbuidos en las operaciones militares en el exterior de acuerdo con los compromisos internacionales de España, lo que supone despliegues en todos los mares y continentes por seis meses continuados, a miles de kilómetros de distancia asumiendo el riesgo de perder la vida en el cumplimiento de su misión.

Para no extenderme y no siendo exhaustivo, la administración civil del Estado paga de acuerdo a niveles, las Fuerzas Armadas por empleo lo que conlleva que a igualdad de puesto, capacidad, formación y sin contar las exigencias que he detallado antes el militar recibe menor remuneración. En cuanto a las dietas por comisión de servicio, recibe según la Ley, las mismas que sus equivalentes civiles.

Para finalizar, años antes de la fecha legal de jubilación, dependiendo del empleo, el militar pasa a la situación de Reserva a disposición del Mando, quedando muy pocos puestos para la reserva y perdiendo el militar no destinado un 30% de su poder adquisitivo anterior mucho antes de su jubilación.

En definitiva, podría aceptar que un militar tiene un 10% de servidor público, funcionario o trabajador público, pero por lo indicado antes, sin lugar a dudas tiene un 90% de soldado, condición ésta que disfruta desde el soldado de empleo al teniente general y con unas condiciones que ningún servidor público replica. Podría hacer una salvedad con el Servicio Exterior, que en ocasiones está mucho más allá de lo que el servicio requiere.

Un soldado de los Tercios y gran escritor, Calderón de la Barca, después de servir en esas unidades concluía en el siglo XVI un poema dedicado al soldado de los Tercios. «...la milicia no es más que una religión de hombres honrados». Desde luego, la milicia junto con el código ético imprescindible para cumplir con la misión, y los principios y valores que la atesoran conforman al militar, al soldado.

Luis Feliu Bernárdez. Academia de las Ciencias y las Artes Militares