Política

La falsa agresión homófoba

«Las declaraciones que hemos escuchado estos días producen un auténtico bochorno y hacen un daño enorme»

Es muy triste que alguien se invente un delito. Este tipo de comportamientos hacen un daño enorme, porque existen agresiones homófobas y no se puede debilitar una posición de apoyo que debería ser unánime. Un joven de 20 años denunció que había sido asaltado por ocho encapuchados, con sudaderas negras en pleno verano, en el portal de su casa en el barrio madrileño de Malasaña. En su denuncia aseguró que le habían agredido grabándole en el culo la palabra «maricón» con un cuchillo. Al final ha reconocido que hubo lesiones, pero que fueron consentidas. Esto desmiente, además, que exista una banda organizada dedicada a pegar palizas al colectivo LGTBI. El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, se aventuró, de forma alegre e irresponsable, a alimentar la noticia contribuyendo a dar verosimilitud a lo que, finalmente, ha sido una mentira. Hubiera sido más prudente que esperara a la conclusión de las investigaciones policiales, porque existían dudas razonables sobre lo que contaba el presunto agredido. Es algo que tendría que haber preguntado el titular de Interior. En ese sentido, es inaceptable que aprovechara para hacer un auténtico «mitin», con una descarada utilización partidista, para arremeter contra las formaciones de centro derecha.

No vale todo en política. Es una lección que se tendría que sacar de este triste incidente de manipulación por parte de un joven que ha conducido a que la izquierda haga un ridículo espantoso. Sánchez se apresuró, apremiado por las informaciones que salían, a convocar el viernes la comisión de seguimiento del plan de lucha contra los delitos de odio. Esta falsa agresión se suma a otros sucesos en los que la izquierda política y mediática se ha apresurado a manipular los delitos de odio con intenciones estrictamente partidistas. Las declaraciones que hemos escuchado estos días producen un auténtico bochorno y hacen un daño enorme. Es difícil entender y explicar las razones que condujeron a que ese joven mintiera. No hay excusa posible. Por otra parte, lo sucedido debería conducir, aunque no sucederá, a que la izquierda acabe con la criminalización política de aquellas formaciones que no coinciden con sus ideas. Las descalificaciones sistemáticas y la crispación por la crispación se han convertido en un comportamiento tan habitual como reprobable. Están siempre al acecho de oportunidades para utilizarlo todo con motivos electorales e intereses partidistas.