Política

El papel de la oposición

Existen suficientes elementos para articular una oposición crítica a la estrategia del gobierno

Las encuestas electorales dibujan un descenso sostenido y consistente del respaldo del electorado al PSOE de Pedro Sánchez. Seguro que a Pedro Sánchez no le gusta el panorama, pero seguro que está convencido de que puede cambiar el rumbo. En este año se completará la vacunación de la población y si es necesario, se suministrará una dosis de refuerzo a la población más vulnerable. Es imposible saber qué ocurrirá en los próximos años, pero parece probable que a pesar de las posibles nuevas variantes y de otras resistentes a las vacunas, la situación siga mejorando. El año 2022 será también el de la llegada definitiva de los fondos europeos. Acoplado con la reducción de los efectos de la pandemia, hay razones para pensar que estamos en una senda firme de recuperación económica. En julio de 2023, finalmente, una vez establecidos estos dos cambios, llegará la Presidencia española de la Unión Europea. Sánchez tendrá la ocasión de rodearse de la elite de la UE y escenificar su papel de líder de la Europa unida. Ese es el gran plan para llegar a las elecciones, a finales de 2023 o principios de 2024, en mejores condiciones de las que se encuentra ahora.

Seguro que la oposición conoce todos los fallos que tiene este plan. El probable éxito de la vacunación no debería hacer olvidar el gigantesco esfuerzo de las Comunidades ni el descontrol y la negligencia trágica del Gobierno en la gestión de la pandemia. Los fondos europeos van a tener un sesgo político particular, y difícilmente paliarán la incapacidad de Pedro Sánchez para flexibilizar, reformar y modernizar la economía española. Se crecerá, sin duda, pero menos de lo que se podría, con una creación de empleo débil y precario –fuera del muy artificial empleo público–, y con unos programas sociales cada vez más frágiles ante una economía deficitaria y endeudada. Y en cuanto a la UE, Sánchez podrá presumir de europeísmo supremo, pero su proyecto político lleva incorporada la demolición de un Estado nación, y no de los menores de la Unión. Eso no contribuye a su prestigio entre las elites dirigentes europeas, poco partidarias de las aventuras de alto riesgo de las que tanto gusta el presidente español.

Existen por tanto suficientes elementos para articular una oposición crítica a la estrategia del gobierno social-podemita en los próximos dos años. Otra cosa es elaborar una posición constructiva sobre algunos elementos clave, para los que ni siquiera el éxito de Madrid ofrece pistas clave, como pueden ser el empleo, la sostenibilidad de los programas sociales, la demografía, la inmigración, la energía, la Corona o el experimento fallido del Estado de las Autonomías. Y queda el conjunto de leyes y programas de pura ideología, destinados a un cambio cultural o de régimen, como las de género, la de Memoria Histórica y la futura de Memoria Democrática, que requerirán alternativas meditadas y verosímiles y no sólo parches y negaciones. No hace falta que la oposición trabaje conjuntamente en esto. Lo que hace falta es que cada partido elabore sus propuestas con energía y con claridad y las presente a un electorado harto del social-podemismo.