Gobierno de España

Bonos a la carta

Convendría ser consecuentes a propósito de las agresiones a según qué sectores por el mero hecho de colegir que su existencia conlleva una determinada tendencia política

Vaya por delante que vengo a situarme entre esa ingente mayoría de ciudadanos españoles que, aun no sintiendo ni pasión ni afición por la fiesta de los toros, la respetan profundamente y sin necesidad de recordar a Goya o Picasso somos perfectamente conscientes de su indisoluble matrimonio con nuestro acervo cultural. Que la tauromaquia –guste más o guste menos allá donde se pregunte– forma parte por ley del patrimonio cultural español, no es que lo afirme yo, sino el real decreto publicado en el BOE hace ya ocho años y no derogado que se sepa hasta la fecha. Para ser más exactos, la norma refleja en su textualidad que «la tauromaquia forma parte del patrimonio cultural digno de protección en todo el territorio nacional» a lo que se añade en artículo posterior que «los poderes públicos garantizarán la conservación de la tauromaquia y promoverán su enriquecimiento de acuerdo con el artículo 46 de la Constitución». Tal vez por ello se haga más difícil de entender la marcha atrás del Gobierno a la hora de contemplar a los toros en el tan traído y llevado bono cultural joven ya saben, esa ayuda de 400 euros que se incluirá en los Presupuestos para que los jóvenes a partir de los dieciocho años –cuando ya pueden votar claro está– accedan con mayores facilidades a eventos artísticos, escénicos, teatrales, musicales y culturales en general.

El Gobierno, en una evidente demostración de cultura a la carta ha optado, previa ponderación de costes políticos por olvidar lo que sencillamente marca la ley con tal de contentar a ese sector entre la feligresía de la izquierda cuya movilización electoral se antoja ahora más urgente que nunca y que hace bandera del animalismo y la beligerancia antitaurina.

Convendría ser consecuentes a propósito de las agresiones a según qué sectores por el mero hecho de colegir que su existencia conlleva una determinada tendencia política. Los toros ni son de derechas como algunos pretenden vender, ni están tan claramente en el camino de la extinción, más bien pasan por ser la actividad menos subvencionada en comparación con los muchos recursos que aporta a la hacienda publica entre IVA y otros conceptos. Es en definitiva un patrimonio cultural al que año tras año se le ningunean todo tipo de ayudas en los presupuestos de turno. Tirar de chequera para fomentar la cultura se agradece, otra cosa es hacerlo a la carta.