Política
Anomalía democrática
Si de verdad quieren ayudar a cerrar heridas y evitar el sufrimiento, que colaboren en aclarar los crímenes pendientes de resolver
Hace tiempo ya, los presos etarras eran el colectivo que sostenía la moral y el compromiso de los asesinos que aún operaban en el exterior. Debatían en las cárceles y en gran medida marcaban la estrategia de la organización. Nada sin ellos. Todo por ellos. Hace no mucho, el aspirante a hombre de paz Arnaldo Otegi recordaba que aún tenían a 200 en prisión, y que eso le obligaba a tener que apoyar los presupuestos del gobierno.
Ha cambiado la balanza de poder, quienes fueron cimiento y semillero de moral hoy son moneda de cambio. Oscura, sin declarar, dinero negro, pero moneda al fin. Ese es hoy su valor. Fueron poder, hoy son dinero. Y su influencia, una anomalía democrática.
Cabía la duda de si aquel comentario obsceno de Otegi podría hermanarse con el voto afirmativo de Bildu a los presupuestos.
Pero el anuncio del lunes por los presos etarras de que ya no harían más recibimientos públicos a los terroristas liberados contribuye decididamente a levantar la idea, o al menos la sospecha, de que todo ello es parte de una misma negociación oculta, oscura y quizá en la frontera de la infamia.
Para el gobierno y la izquierda hermanada con el abertzalismo, la decisión de los presos es un generoso paso adelante en pos de la reconciliación y, como dicen los propios presos, para evitar las heridas que los recibimientos provocan en las víctimas. Tosco argumento. Inservible, creo.
En primer lugar porque, como dicen las víctimas, si de verdad quieren ayudar a cerrar heridas y evitar el sufrimiento, que colaboren en aclarar los crímenes pendientes de resolver, los más de 300 asesinatos con cuyos autores aún no han dado las fuerzas de seguridad. Esa sería una verdadera aportación a la reconciliación y a la serenidad de sus víctimas. Pero no, claro, ¿cómo van a hacer eso con sus compañeros? ¿Cómo van a poner a las fuerzas de seguridad en la pista de los que aún no han sido acusados? Es impensable, porque no van a traicionar a los suyos, como les llama Otegi. Los asesinos –penados o libres– siguen siendo parte de su pasado como de su presente.
En segundo lugar, porque no ha sido hasta ahora que los presos han anunciado esta decisión. Precisamente cuando los presupuestos generales del estado acaban de recibir el primer sí de Bildu y el gobierno necesita que ese entramado posterrorista aparezca con la pátina de humanidad que ya ensayó sin éxito Otegi cuando hace semanas se expresó comprensivo y dolido con y por las víctimas. Es, por tanto, un gesto interesado.
Y por si había alguna duda, además lo anuncian a bombo y platillo, con información en sus órganos oficiales y vocación de difusión global. Es obvio que importa más que se sepa que el hecho mismo de hacerlo.
Es otra de esas grandes ruedas de molino con las que pretenden hacernos comulgar.
Y no se trata aquí de desautorizar a la izquierda abertzale por su pasado. Es ella la que es incapaz de desprenderse de él, y ese es el problema. Son ellos, no quienes les criticamos.
Condenar lo que hizo ETA y colaborar con la solución de los crímenes pendientes sí les haría democráticamente asimilables. Mientras no lo hagan, seguirán siendo esclavos de su pasado. Y el gobierno que en ellos se apoya cómplice de esa anomalía democrática.
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