España
El pastorcillo veloz
Cuando vuela con bastones entre rocas afiladas y riscos imposibles, Zaid Ait Malek lleva las cabras en el corazón
Zaid no sabe qué día nació, los bereberes no celebran los cumpleaños. Su madre parió en una jaima, en algún momento de 1984, y en el carné figura 1 del 1 del 84, que es forma de empezar siempre con el año nuevo. Aquel pequeño, el último de sus seis hijos, era el más inquieto. Saltaba y trepaba detrás de las cabras, empeñadas en ramear en lo difícil. Dejaba caer piedras por los desniveles y se lanzaba tras ellas. Las rótulas se le adaptaron a las rocas y los tobillos a los desniveles. En el Club de Atletismo Media Luna Baena supieron reconocer un corredor excepcionalmente duro, como si hubiese nacido para el deporte extremo, el «ultra running». Un deportista así es capaz de hacer dos maratones seguidos en un fin de semana o carreras de montaña de 100 kilómetros. La resistencia es crucial, pero sobre todo el dominio mental. Lo primero lo había aprendido en los andamios, trabajando como albañil por toda la costa atlántica de Marruecos. Lo segundo, el día que se resolvió con su primo Mohamed a dar el salto a la España de sus sueños, la que prometía la vida mejor que nunca tendría. En los bajos de un camión llegaron a Melilla y, agazapados bajo unos palés, cruzaron en el ferry. Al otro lado los esperaba la policía y Mohamed fue capturado. Zaid vagó por la península, sin una palabra de castellano, hasta refugiarse en un cortijo almeriense, donde el trabajo duro bajo los plásticos le permitió comer y dormir. Su oportunidad fue un maratón en Zegama, en el País Vasco, con desnivel de 2736 metros en el macizo de Aizkorri, donde destacó. Desde entonces ha ganado las cinco ediciones del Eurafrica Trail, es record del mundo en descenso Limone Xtrem 2013, ganador en la prueba de Costa Rica de 250 kilómetros y campeón español del 2016 y, por clubes, de 2019. Está clasificado para los campeonatos de este año en Tailandia. Cuando culminó los 109 kilómetros del Ultra Pirineu en Cataluña, en septiembre pasado, justo una semana antes de que expirara su permiso de residencia, los espectadores portaban pancartas con la leyenda «Zaid se queda». Un lema semejante barrió en las redes sociales. Los medios prestaron atención y, un mes después, el Ministerio de Justicia le otorgó la nacionalidad española, mediante carta de naturalización, por su perfecta integración y un «nivel deportivo excepcional, con resultados y serias expectativas para el atletismo nacional». Cuando vuela con bastones entre rocas afiladas y riscos imposibles, Zaid Ait Malek lleva las cabras en el corazón y, a la vez una bandera roja y amarilla. «Jamás pensé que ser pastor me daría la libertad».
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