Francia

Joséphine

España quiere ser república y Francia una monarquía que se alíe con la Ana Bolena negra de la HBO

Empecemos por el final. Joséphine Baker está ya en el Panteón de París porque así le conviene a Emmanuel Macron, que va preparando su chocolate caliente removido en elecciones. Maravilloso. Al fin un poco de «glamour» y gamberrismo en el sagrado corazón donde yace Voltaire, que es como juntar a Janis Joplin con Ortega y Gasset, que a los ojos de hoy hablaría como el que consume caballo a lo Janis. No hay pan para tanta masa. Voltaire quiso demostrar la existencia de Dios apelando a la razón, lo que podría ser contradictorio, y era un punki ilustrado, que es una obviedad, que haría buenas migas con Joséphine hasta que se tiraran de los pelos. La Baker era fea, tremendamente fea, pero poseía tal cuerpo y tal descaro que nadie osaría llamárselo a la cara. Hoy estaría sexualizada, una esquina en la que igual no se ha parado Macron que no suele ir, a no ser que sea de incógnito, a clubes de pecado mortal, no de prostitutas sino de canalla, para la que no hay, como para Voltaire, ninguna ley que se le resista. Está bien que los restos de la «vedette», la espía, la resistente afroamericana Joséphine Baker entren donde Rousseau pero, no me entiendan mal, toda esta fiesta nos da una dimensión de la decadencia de la República que quiere adornarse con la feminidad y la multiculturalidad (la negritud de Anson, más bien) porque ha exprimido el limón hasta que ya la boca no lenguetea. España quiere ser república y Francia una monarquía que se alíe con la Ana Bolena negra de la HBO.

Propongo a Ryan Gosling, qué digo, a Jared Leto, para encarnar a monsieur le president en su papel de rey a lo patrón de Gucci. Omar Montes arrasó la tienda de Madrid. Si Omar muere por Gucci eso es que la marca ha triunfado al fin en España más allá del cinturón, que es lo más barato que hay en el escaparate. Cuando vean la película, y si tuvieran dinero, harían lo mismo. A Joséphine la llamaban la «Venus de ébano» y nombres así sicalípticos. Me gustaría dormir con ella si antes expulsan a Rousseau y a Voltaire. Y a Macron, «bien sur».