Opinión

El sablazo de las mascarillas

«Las mascarillas no deberían tener IVA, pero es algo que se tendría que extender a todo aquello que hace referencia a la Sanidad»

Hasta hace poco, aunque ahora nos parezca una eternidad, no usábamos mascarillas. Era un objeto ajeno a nuestras vidas y sabíamos que eran utilizadas por el personal sanitario. Las veíamos en series y películas. En algunos casos llamaban la atención por sus dibujos y colores. Cuando se quiere mostrar a un médico excepcional y enrollado, especialmente en este caso, no le colocan una impersonal mascarilla quirúrgica. Como la inmensa mayoría de españoles, las he visto cuando he pasado por el quirófano, dos operaciones intrascendentes hace tiempo, y durante el nacimiento de mis tres hijas. La imagen de gente por la calle con mascarillas era más propia de los países orientales, por lo que nos podía parecer excéntrico en una cultura tan mediterránea como la nuestra, o, una vez más, en películas sobre pandemias o distopías futuristas inquietantes. Ahora resulta que se han convertido en un producto de primera necesidad. Las he llevado de todo tipo, excepto las quirúrgicas que me horrorizan porque son espantosas. Me provocan un efecto alienante. Estos días llevo unas muy cómodas que me regaló mi buen amigo Pere Navarro, delegado del Consorcio de la Zona Franca de Barcelona.

Es sorprendente que el Gobierno quiera hacer «negocio» con las mascarillas y esté dispuesto a pegarnos un sablazo subiendo otra vez el IVA a partir de enero. Esta insensibilidad les debería provocar vergüenza. Ahora que todo el mundo se llena la boca con la reforma constitucional, que no creo que mis nietas o nietos, cuando los tenga, lleguen a verla, debería incluirse una prohibición clara e inequívoca para que ningún Gobierno pueda ganar dinero a costa de la salud. Las mascarillas no deberían tener IVA, pero es algo que se tendría que extender a todo aquello que hace referencia a la Sanidad. Hay actividades y productos que tendrían que quedar exentos, entre los que incluiría la Educación, de la insufrible voracidad del Estado. Es más justo e incluso elegante que el dinero se consiga por otras vías. Mantener el 4% me parece razonable, ya que no hay más remedio, pero subirlo otra vez al 21% es de aurora boreal. Espero que Sánchez lo resuelva y no suframos otro sablazo, porque sería mezquino que Hacienda haga negocio con las mascarillas.