Hacienda

Hallazgos progresistas

Lo más notable del caso es que don Ricardo es progresista y escribe en un diario progresista. Por eso, asombrosamente, no pide el fin de la explotación sino apenas el cuidado en las formas

La habitual idolatría de lo público que cultiva el progresismo no solo es chocante, porque ignora que el fascismo lo cultiva con idéntico ardor, sino por la negación que perpetra de la realidad misma.

De cuando en cuando, sin embargo, algunos van descubriendo que la filantropía del ogro de Octavio Paz es apenas un adjetivo. Lo sustantivo del Estado es que es, efectivamente, un ogro.

Me resultó por ello enternecedor leer en Público al escritor Ricardo Gómez preguntándose si la Agencia Tributaria es una organización terrorista.

Se apresura a declarar de entrada su amor al ogro: «soy firme defensor del pago de impuestos. Es un pilar básico del estado de bienestar y permite la redistribución necesaria para atender los servicios públicos y la protección de los desfavorecidos. También considero que todo contribuyente puede ser inspeccionado para vigilar que no se produzcan fraudes».

Pero un mal día don Ricardo recibió una notificación de la Agencia Tributaria, y fue engullido por la filantropía. No había hecho nada malo, pero se llenó de inquietud. Las cartas de Hacienda «son opacas, conminatorias y desequilibradas». Para cualquier trámite debemos ir a una gestoría (esos gastos deben en puridad sumarse a la presión fiscal). Todo es inquisitorial y nada cariñoso. Dice el ogro: «La Agencia Tributaria pone a su disposición…» una página web. Anota el señor Gómez: «traten de utilizar este vínculo. Se perderán en una maraña de páginas, recomendaciones y ejemplos imposibles de entender por un ciudadano normal».

La llaman lucha contra el fraude. Aclara don Ricardo: «Es lo más parecido a una campaña de phishing. Para la Agencia Tributaria, todo contribuyente es un potencial delincuente que debe ser vigilado, coaccionado y sancionado». Se trata de explotar a la gente, en especial al autónomo o pequeño empresario, «sin que tenga ocasión de alegar o de defenderse».

El destino: «Como miles de contribuyentes, agacharé la cabeza, rechinaré los dientes y acabaré pagando. Trabajaré un poco más el año próximo. Y como me quitarán dinero, sentiré un poco más de miedo».

Lo más notable del caso, como digo, es que don Ricardo es progresista y escribe en un diario progresista. Por eso, asombrosamente, no pide el fin de la explotación sino apenas el cuidado en las formas. Él no es liberal, claro que no: «Es indispensable contribuir y controlar, pero no así, no así».

Lo dicho. Entrañable.