Rusia

Tambores de guerra

Para confirmar el desastre que se avecina solo falta una rueda de prensa de nuestro presidente diciendo que está todo bien.

Notas del 20 de enero, día de San Sebastián, nos prometieron tamborrada y solo suenan los tambores de guerra. Crece por momentos la tensión en Ucrania. Las señales son malas. Para confirmar el desastre que se avecina solo falta una rueda de prensa de nuestro presidente diciendo que tranquilos, que está todo bien. De momento, España va a mandar los cazas a Bulgaria y la fragata ‘Blas de lezo’ al Mar Negro, pero negro. Me acuerdo de cuando dijo Sánchez que su primera decisión sería eliminar el ministerio de Defensa pues es en estos momentos de zozobra cuando uno se acuerda de los buenos viejos tiempos.

Y del ‘No a la guerra’. En la frontera de Ucrania, la nieve concede a las hileras de tanques el punto inofensivo que tienen las maquetas, pero los dedos se han posado sobre los gatillos. Una guerra a gran escala era lo que nos faltaba después de una pandemia, una crisis de suministros, la sexta ola, lo del volcán, lo de la inflación, y lo de Ponce. Los jueves toca apocalipsis. Tengo el asombro tan dado de sí que de este último fin del mundo solo diré que me coge cansado y a mi aire.

Me refugio en las cosas pequeñas. El cachorro que va creciendo, el sobresaliente de la niña en historia, los buenos ratos con los amigos y las cositas del Gobierno. La ministra de Igualdad Irene Montero -Santa Madonna de Galapagar- ha estado con los abogados madrileños y les ha dicho que la cosa es que el dinero está en manos de los blancos homosexuales. Sabe de lo que habla. En los cinco años que lleva en política ha multiplicado por cien su patrimonio. Llegó con seis mil euros y ahora ha declarado 600.000. Esto son como las bodas de Caná en versión La Navata, y yo me alegro, porque sin duda es un éxito de todo el país, pero sobre todo suyo. A ver quién dice que en España a una mujer joven no le puede ir bien en la vida.