Guerra en Ucrania

Putin y el arma nuclear

Es verdad que el presidente ruso actúa como un matón, pero nunca lo hace de farol

El lanzamiento de las bombas nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki, los días 6 y 9 de agosto de 1945, respectivamente, conmocionó al mundo a la vez que mostró el espantoso y terrible poder de este nuevo armamento. El número de películas, series y libros sobre la materia es inabarcable. No solo en la ficción, que muestra mundos postnucleares con una enorme variedad de opciones, sino en ensayos que han permitido reflexionar sobre la capacidad de autodestrucción del ser humano. Desde entonces, se han producido incidentes donde parecía que estábamos al borde de la aniquilación en una guerra sin vencedores. Lo sucedido en 1945 sirvió de advertencia, pero también de disuasión durante la Guerra Fría. En el momento en que la URSS consiguió su arsenal nuclear pudo neutralizar la amenaza estadounidense, y apretar el botón significaba iniciar la destrucción del mundo. La tecnología ha permitido una inquietante evolución de este armamento. Rusia podría lanzar bombas nucleares con una extensión limitada que destruirían en muy poco tiempo las principales instalaciones industriales, militares y políticas de cualquier país. La caída de la Unión Soviética no fue una derrota, sino un paréntesis en el expansionismo ruso, como se ha demostrado en los últimos años y, especialmente, con la invasión de Ucrania.

Putin ha dado un inquietante paso al poner en alerta máxima sus fuerzas de disuasión nuclear y contempla utilizarlas cuando peligre la existencia de Rusia. Estamos ante un concepto etéreo que otorga un amplio margen de interpretación para un autócrata que no cuenta con ningún contrapeso a su enorme poder interno. La ausencia de una oposición, una opinión pública y unos medios de comunicación libres hace que la nomenclatura, liderada por Putin, que controla Rusia pueda emprender un camino tan terrorífico como significaría lanzar un ataque quirúrgico con armas nucleares para destruir a cualquier país que actúe en contra de sus intereses. No estamos ante una bravuconada, sino que es un riesgo real y objetivo de una escalada en el conflicto de consecuencias imprevisibles. Es verdad que el presidente ruso actúa como un matón, pero nunca lo hace de farol. Por ello, me sorprende que Estados Unidos, la UE y la OTAN hayan actuado de una forma tan irresponsable en la última década.