Jubilación

Estoy vivo y no lo puedo demostrar, pero hay milagros

Una especie de milagro de Miércoles Santo para enmendar un enredo administrativo «inconcebible», absurdo y real

Joseph Ratzinger, el Papa Benedicto XVI, hablaba del «misterio de la fe» en el Sábado de Gloria y cómo acaeció «lo inconcebible», algo que veintiún siglos después se rememora cada Semana Santa. Hay, en el día a día, muchos misterios muy menores, pero menos no inconcebibles. Mariano, quizá no se llame Mariano, acaba de jubilarse en una gran compañía. Durante muchos años –y los últimos de su carrera– trabajó en una de esas empresas que mantienen ciertos beneficios sociales para sus empleados, incluidos los jubilados. Es algo ya infrecuente y en vías de extinción, pero todavía existe. En el caso de Mariano, una tercera empresa de servicios gestiona las prestaciones a esos jubilados. Ahora, pocos días antes de la Semana Santa, Mariano recibió un requerimiento de esa sociedad en el que le pedían una fotocopia actualizada del DNI y un certificado de Fe de Vida. Todo debía remitirlo en unos días por correo postal o electrónico para que no le corten sus prestaciones especiales. La comprobación de que un jubilado vive no es extraña, aunque ese trámite también se debería poder sustanciar con la presencia física.

La Fe de Vida la expiden los Registros Civiles. Mariano vive en Madrid y el Registro Civil exige «Cita Previa Online» para cualquier trámite. Mariano, logró dar con la página web en la que solicitar la cita para comprobar que la primera libre era el 27 de julio, es decir, dentro de más de tres meses. El debía presentar su Fe de Vida mucho antes, pero por si acaso, pidió la cita. Su sorpresa aumentó cuando recibió la confirmación de esa cita en la que se facilitaba un código y se le advertía de que «la fecha asignada no le exime del cumplimiento de los plazos establecidos por la legislación». Insólito. Suponía que Mariano está vivo, pero que legalmente no lo puede demostrar hasta dentro de tres meses, y que es responsabilidad suya si necesita, pero no obtiene la Fe de Vida. Es Semana Santa y los milagros existen. Un sobrino le recomendó a Mariano que se presentara en el Registro Civil, que contara su historia al vigilante –de una empresa privada de seguridad– con la esperanza de que se compadeciera de él y le dejara pasar. Fue el Miércoles Santo, día de poca afluencia en el Registro. Sin duda por eso el «segurata», que allí era la autoridad, le dijo que hiciera cola y que a lo largo de la mañana podría pasar. Así ocurrió. Luego, los funcionarios del Registro fueron muy amables y Mariano, quizá no se llame Mariano, tuvo su Fe de Vida. Una especie de milagro de Miércoles Santo para enmendar un enredo administrativo «inconcebible», absurdo y real. Hoy es Sábado de Gloria.