Política

Ayuso asesina, Ayuso molona

Las guerras se ganan con estrategia e instinto asesino, no con banderas blancas

Que el centroderecha español es imbécil más allá de toda duda razonable lo demostró este jueves una concejal del Ayuntamiento de Madrid, una tal Inma Sanz, cuando Okdiario publicó que el homónimo padre del jefe del PSOE de Madrid, Juan Lobato, es el abogado de la empresa municipal funeraria que otorgó el contrato de las mascarillas de Luis Medina y Alberto Luceño. No el bedel, tampoco el enterrador, ni desde luego el arquitecto o el Espíritu Santo. No. ¡El asesor jurídico! La tal Sanz, que hace las veces de portavoz del equipo de gobierno de Almeida, sacó la cara por el progenitor de Lobato. Un Lobato que exige, día sí, día también, que se impute a Almeida o en su defecto que el mejor alcalde capitalino desde tiempos de Álvarez del Manzano se las pire a su casa. La tal Sanz vino a decir que el padre del número 1 del PSOE-M no había intervenido en la contratación, lo cual tiene bemoles, ya que si hay un letrado en la Funeraria será para que escudriñe de oficio hasta el último euro que sale de sus arcas. Digo yo. ¿O es que cobra sin ir a currar? O sea, que responsabilidad in vigilando tiene una poquita. Si analizó la operación, porque la analizó, y si no la analizó, porque no la analizó. Por cierto: el superior inmediato de Lobato fue quien firmó la concesión de los 11 kilos, la mitad de los cuales acabaron invertidos en ferraris, aston martins como los de 007, un yate y Rolex de oro rosa, rojo o multicolor, que yo me pierdo en esas boutades más propias de fashion victims que de gente seria. ¿No le comentó nada Carlos Sanza a su mano derecha, Juan Lobato? No hay dios que se lo crea. La tal Sanz es igualita que Ayuso pero al revés. Cualquiera diría que forman parte del mismo partido. La presidenta de Madrid vio que había cacho y se fue en tromba a por el capo de los socialistas madrileños, que se ha hartado de pronunciar la frase «el hermano de la presidenta» desde el ayusicidio frustrado de Casado y Egea. La miniparrafada que le espetó fue memorable: «Yo no creo que usted tenga responsabilidad sobre sus familiares pero si quieren jugar a eso… su padre dio el visto bueno a las mascarillas del Ayuntamiento». Por mucha emergencia que hubiera, resulta imposible de creer que se contratasen 15 millones a una empresa malaya sin que el letrado de la empresa municipal auscultase los pormenores legales, siquiera a posteriori. Y si nos atenemos a esta última opción, entonces a quien hay que imputar, además de a Lobato, es a la tal Sanz. La presidenta de Madrid es seguramente la única gran dirigente del PP que se enfrenta al adversario a cara de perro, con misiles intercontinentales, sin complejos, no pidiendo perdón hasta por respirar. Que vienen a por mí, pues yo voy a por ellos. Que me montan el pollo del siglo por los 55.000 euros de mi hermano, querella incluida, pues muy bien, yo hago lo mismo con los 960.000 que Sánchez dio a sus papás o con los regalitos de Nadia Calviño a su marido, Ignacio Manrique de Lara. Cualitativamente es mucho más grave porque es dinero público que sale directito rumbo a los bolsillos de Pedro Sánchez padre, de mamá Pérez-Castejón y el maridísimo. Consecuencia: Anticorrupción investiga ya los dos escándalos. Sea como fuere, una cosa está clara: Ayuso mola. Así le va a ella y así a los demás. Las guerras se ganan con estrategia e instinto asesino, no con banderas blancas.