ERC

Frutas Rufián

“Señor Sánchez, ¿cómo va a usted a terminar la legislatura”, le pregunta Rufián en plan menos cachondeo y a Sánchez le entra una cosa por dentro como cuando un torero se cruza con un gato negro.

Notas del veintidós de junio de dos mil veintidós, hoy en la tradicional sesión de control a la oposición, Sánchez le ha afeado a Rufián que se esté todo el día quejando. Así, piensa el Gobierno, no se puede. Rufián le había sacado a Sánchez toda la fruta con precios desorbitados. Me gusta esta cosa de Gabriel como de frutero pregonando “¿Quién quiere comprarme fruta, mango de Mamey y bizcochuelo, piña dulce como azúcar cosechada en las lomas del Caney”. ¿Quién quiere comprarle fruta, caramba? Yo a Rufián no le compro ni una moto ni la idea de país pero un kilo de mandarinas como caramelos, sí.

Me gustan las fruterías porque le gustan a Curro Romero. Una vez le presenté a un partidario que era Algeciras y el maestro le preguntó muy tranquilo y cortés: “¿Y usted a qué se dedica?” El aficionado le respondió “Soy frutero, maestro”, y Curro sentenció: “Qué buen gusto”.

Una frutería en junio huele a todas las primaveras juntas. Frutas Rufián es un poco cara. Yo no sé dónde compra las cerezas a seis euros medio kilo. En Tifannys, quizás. No hay mayor morrofino que un indepentista de izquierdas. ¿Y las sandías a trece euros? Va a salir más barato operarse de los pechos que un par de melones de Villaconejos.

“Señor Sánchez, ¿cómo va a usted a terminar la legislatura”, le pregunta Rufián en plan menos cachondeo y a Sánchez le entra una cosa por dentro como cuando un torero se cruza con un gato negro. Al PP esta vez Sánchez le dice que las victorias no son definitivas y no sé si se lo está diciendo un poco a él mismo. Sánchez se está poniendo como crepuscular o algo. El sanchismo es una perfecta metáfora sobre el paso del tiempo en el que todo -el kilovatio, el precio de la gasolina y la derrota electoral- todo, digo, es circunstancial salvo él. Tiene razón en que nada es para siempre. Todo se pasa. Mi amigo Laza dice que los cuernos son de leche como los dientes, y al tiempo, se caen. No hay mal que cien años dure, ni sanchista que lo aguante.