Editorial
Ayuso, coraje y verdad frente a la insidia
El archivo de la investigación abierta por la Fiscalía Anticorrupción al gobierno de la Comunidad de Madrid por un supuesto trato de favor al hermano de la presidenta, Isabel Díaz Ayuso, debería suponer un punto de inflexión social en una práctica que, lejos de cumplir el fin previsto por el legislador, ha convertido a los tribunales de justicia en un escenario más de la lucha partidista y, lo que es más grave, en un instrumento inicuo que actúa a modo de ariete contra la honorabilidad del adversario político. Lo hemos visto en todo su esplendor en la Comunidad Valenciana, con los más caracterizados dirigentes populares como víctimas, y lo ha sufrido en carne propia otra de las grandes figuras políticas del centro derecha, culpable, en todo caso, de llevar a la izquierda madrileña a la irrelevancia electoral mediante una gestión política, económica y social impecable que, en medio de la pandemia, ha hecho de la Comunidad de Madrid la región más pujante de España. Y no lo tenía fácil esta mujer valiente, que, por razones que ya no tienen la menor importancia, se vio objeto de una insidia surgida desde la dirección de su propio partido, más hiriente si cabe porque recuperaba la mancha de la corrupción extendida por la izquierda y que tanto daño había causado entre sus filas. Cualquier otro político, bajo el fuego cruzado de la sospecha, que infamaba, además, a sus seres queridos, hubiera arrojado la toalla. Pero Isabel Díaz Ayuso, consciente de que jamás había llevado a cabo ni consentido un acto de nepotismo, tiró de coraje y del arma más preciada, la verdad de los hechos. Contó, además, todo hay que decirlo, con una opinión pública que, tras la experiencia de años, estaba al cabo de la calle de esas prácticas ruines de la izquierda a las que nos hemos referido, y con una mayoría de los dirigentes, militantes y simpatizantes del Partido Popular, entre ellos quien estaba llamado a la sucesión en la presidencia, Alberto Núñez Feijóo, que se revolvieron ante lo que era una manifiesta maniobra política de baja estofa. Pero, hay que insistir en ello, sin el valor político, sin el coraje personal y sin el convencimiento de que la verdad siempre acaba por imponerse, Díaz Ayuso bien podría haber engrosado las filas de los caídos en el laberinto de procesos judiciales que se eternizan, como un remedo de justicia prospectiva e inquisitorial. Por supuesto, lo ha intentado con contumacia y empeño digno de mejor causa una izquierda madrileña cuyos dirigentes se saben incapaces de derrotar en las urnas a una de las figuras más sólidas, queridas y respetadas del panorama político español. De ahí que hayan presentado hasta 22 denuncias ante los tribunales, con su correspondiente coro mediático, sin otro recorrido que el archivo o el sobreseimiento. Sin duda, seguirán intentándolo, pero se estrellarán contra el muro de quien nada tiene que ocultar.
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