Política

Durar

El lenguaje inclusivo es un requisito ideológico, pero funciona malamente como elemento de comunicación

¿Por qué creo que el lenguaje inclusivo no perdurará? Porque no es sencillo ni económico. ¿Por qué los molinos de viento que producen a duras penas energía eólica, a costa de estropear otras muchas cosas, no subsistirán? Porque no son sencillos ni económicos, sino unos pasmosos mamotretos, asaz ineficientes. Las cosas que duran suelen ser las más sencillas, las más útiles, y con suerte también las más elegantes. Todo lo aparatoso termina por desaparecer. ¿Se acuerdan ustedes, los que tienen memoria, de aquellos televisores de enorme envergadura, con un trasero del tamaño de Las Ventas? Hoy los aparatos de ver televisión son esbeltos y delgados, y los que hemos engordado somos los televidentes. ¿Y los primeros ordenadores Macintosh? Aquellos primitivos portátiles de la marca pesaban siete kilos y, en realidad, era tan portátiles como una lavadora. De hecho, yo coloqué el mío en una mesa y no se movió de ahí hasta que salió, con ayuda de una grúa, para acabar en un negocio de chatarra. ¿Y los primogénitos teléfonos móviles? Tenían el mismo tamaño que una bota del 48, y llevaban una antena extensible que se desplegaba con la ilusa intención de captar mejor una incierta señal que nadie sabía desde dónde llegaba al aparato. Luego, los móviles se redujeron de tamaño hasta caber en la palma de la mano, y si después han crecido un poco es solo porque ahora no son solamente teléfonos, sino pequeños ordenadores con cámaras de fotos e incontables chorradas bailando en la pantalla. De hecho, las cámaras de fotografía están sencillamente «desapareciendo» del mercado porque muchos se preguntan: «¿Para qué comprar una, teniendo un carísimo Smartphone…?». El lenguaje inclusivo es un requisito ideológico, pero funciona malamente como elemento de comunicación. El éxito de los idiomas radica en que sean sencillos, elegantes y sucintos. Las complicaciones no ayudan a la transmisión del discurso, solo convienen al mensaje político. Y, en las cenas de Navidad, hablar de forma inclusiva es un elemento que contribuye al disturbio –o al cachondeo y cachondea– entre familiares y amigos.