Política

Ley del Deporte en favor del secesionismo

«Equipos “nacionales” de Cataluña y el País Vasco forman parte de la estrategia separatista»

«Los secesionistas del País Vasco y de Cataluña aspiran desde hace muchos años a que sus “naciones” compitan en los acontecimientos deportivos internacionales. La ley del deporte se ha hecho para atender a sus exigencias», me decía ayer un destacado político socialista de cuyo nombre me acuerdo muy bien y por eso lo silencio. Pedro Sánchez ha puesto en marcha la ley del deporte como una concesión más para satisfacer a los separatistas vascos y catalanes y que continúen prestándole los escaños que garantizan su continuidad en la poltrona monclovita, ahora y también si los necesitara tras las elecciones generales del próximo año. En su discurso de Navidad, al que califiqué de «impecable» en El Imparcial, el Rey subrayó la necesidad de la unión constitucional.

La maniobra ha quedado enmascarada y no ha hecho ruido. El Partido Popular apenas se ha dado cuenta de la trampa. Poco a poco, iremos viendo cómo en las competiciones internacionales participarán España, Euskadi y Cataluña, con la alta significación que semejante disparate supone. Desde hace muchos años, los independentistas vascos y catalanes argumentan con lo que sucede en el Reino Unido. Incluso en el Mundial de fútbol participaron Inglaterra, Escocia y Gales.

Pero no es lo mismo. España, como Italia, Portugal o Francia, están regidos por una Constitución inequívoca. Y la aspiración del País Vasco y Cataluña a disponer de equipos «nacionales» forma parte de la estrategia separatista, porque el deporte supone un plus suplementario de gran propaganda. No se trata de competir deportivamente, sino políticamente A la chita callando, Pedro Sánchez ha deslizado una ley que dificultará mucho impedir las aspiraciones deportivo-políticas de los secesionistas vascos y catalanes.

Pío Baroja, del que tanto se habla estos días, y al que tuve la suerte de conocer un día con Castillo-Puche y Hemingway, se mofaba de los ingleses en Las horas solitarias porque consideraban el deporte como «una cosa seria, importante y divertida». No tenía razón el autor de La busca. Desde la II Guerra Mundial, el deporte se ha convertido en una de las expresiones máximas del espíritu nacional y de la capacidad para la concordia y la conciliación mundiales. El inolvidado Fernando Lázaro Carreter creía que el fervor deportivo había sustituido a algunas guerras que, sin el deporte, habrían estallado.