Política

Razones para una protesta

El Plan de Calidad Institucional de Feijóo suena a democracia y transparencia para salvar a las instituciones del sectarismo

La respuesta de algunos a la extraordinaria manifestación cívica del sábado en Madrid ha sido de chanza y burla, argumentando el podemismo que había abundancia de aguiluchos y el socialismo que se trataba de un acto pírrico excluyente. Otros, desde posiciones liberales o radicales, de Cs a Vox, intentan apropiarse del incontestable éxito de la concentración, argumentando que ellos eran los convocantes. Y finalmente el PP, que reconociendo la magnitud de la protesta, la apoyó pero justificando su ausencia.

La realidad evidenciada el sábado en Cibeles es que se trató de un acto ciudadano que va mucho más allá de las siglas y las banderas. La mayoría de los que salieron a la calle lo hicieron porque no pueden más, están viviendo bajo mínimos, agobiados a impuestos, con precios por las nubes, con salarios congelados y una perspectiva vital negra y deprimente. Y porque necesitan que se oigan y atiendan sus reivindicaciones. Hace bien Feijóo en entender esa queja y en defender a los convocantes ante la argumentación del presidente del Gobierno, que equiparó la manifestación independentista del pasado jueves en Barcelona con la del sábado en Madrid. Es lamentable comparar al separatismo con la gente corriente que pide mejoras en sus condiciones de vida y respeto a la Constitución, haciéndolo además de manera pacífica. Vilipendiar a cientos de miles de ciudadanos (no los 31 mil que ridículamente dijo la Delegación del Gobierno sanchista) y argüir que eran fascistas, nostálgicos excluyentes del «aguilucho», es no querer ver la realidad. Las miles de banderas que se enarbolaron eran todas constitucionales. La excepción aislada confirma la regla.

Se ve felices, por otra parte, tanto a Ciudadanos como a Vox sacando pecho y apuntándose con notoriedad el acierto de la convocatoria. Un error. Cada uno es libre de engañarse como quiere, pero pensar que los cientos de miles de madrileños concentrados son votantes de Vox o Cs es algo que se cae por su peso. A quienes hay que felicitar es a los convocantes, gente de origen izquierdista alejada de la primera línea de la política partidaria, como Rosa Díez, Fernando Savater y Andrés Trapiello, o los jóvenes catalanes de S´Acabat, que leyeron el pulcro manifiesto final.

La protesta, en cualquier caso, era contra Sánchez y sus políticas erróneas en lo económico y erráticas en lo institucional, por sus alianzas con el podemismo antisistema y el separatismo excluyente de ERC y Bildu.

El presidente del Gobierno, cuya valoración ciudadana, según el CIS de Tezanos, se sitúa por debajo de diez de sus ministros, debería responder con humildad, tomando nota, y no con su hostilidad habitual. Tal vez no lo ha hecho porque días antes en Davos lanzó un inquietante mensaje a lo que él denomina «la ultraderecha»: «Debemos impedir que estas fuerzas políticas lleguen a las instituciones». Algo que huele a amenaza e ilegalización. No de Bildu ni de los amigos indepes o de Podemos, sino de Vox. Frente a esa intimidación, suena mejor la propuesta de Feijóo para esquivar al radicalismo: que gobierne la lista más votada. El Plan de Calidad Institucional presentado ayer por el gallego exhala democracia y transparencia: un programa de regeneración para salvar a las instituciones del actual sectarismo. Justo lo que miles de personas reclamaron el sábado en Cibeles.