A pesar del...
Se acabó el liberalismo, señora
Se les llena la boca con el pueblo, con extensiones de derechos y protección a los vulnerables, pero no prestan atención a lo que sucede con el pueblo real
El diputado populista Iñigo Errejón anunció en la tribuna del Congreso que se había acabado el liberalismo. Habló de «neoliberalismo», pero el zarandeado prefijo es prescindible, porque se refiere al liberalismo de toda la vida, como lo prueban las recomendaciones antiliberales que procedió a enumerar: más intervención, más impuestos, más controles, etc. Dirá usted: qué mal y qué pereza. Pues pereza sí, pero mal del todo no, porque Errejón hace no mucho aplaudía la dictadura chavista, y ya no lo hace. El populismo está convergiendo con el antiliberalismo en torno a los méritos del Estado redistribuidor –puede verse: «The Values of Free Enterprise versus the New Populism in Latin America», aquí: https://bit.ly/3ICVNzd.
En este camino hacia alguna variante socialdemócrata, populistas e izquierdistas se acercan al grueso de las opciones políticas, y al intervencionismo habitual en el mundo de la cultura, la prensa y las burocracias internacionales. Esta confluencia les regocija, y no se cansan de recordarnos que quienes piden más impuestos «no son sospechosos», porque son el FMI, la OCDE, etc., sin que falten las llamadas «biblias liberales», como el «Economist» o el «Financial Times». Siempre subrayo que dichas burocracias, obedientes servidoras del poder político, no han sido liberales nunca. El liberalismo de los medios de comunicación internacionales, asimismo, es más que dudoso, sobre todo a escala macroeconómica. Se les escapó a los progres una joya de Rana Foroohar, columnista y editora del FT, que anunció, igual que Errejón, el final del liberalismo, fijándose en Estados Unidos. Lo curioso es que proclamó que se está produciendo un movimiento para «reemplazar los paradigmas neoliberales con algo nuevo».
Y, atención, estas son las supuestas novedades: más impuestos, más intervencionismo, más regulación, más sindicatos, más gasto público, etc. No parece que ahí haya nada nuevo: es el mismo recetario vetusto del señor Errejón. La novedad podría radicar en otro ámbito, que los biempensantes suelen ignorar. Se les llena la boca con el pueblo, con extensiones de derechos y protección a los vulnerables, pero no prestan atención a lo que sucede con el pueblo real, que ya no es el de hace medio siglo y ya no se cree que el Estado sea gratis ni que lo paguen solo los asquerosos ricos.
Igual lo que se acaba no es el liberalismo, señora. Veremos cómo les va a los más antiliberales el domingo.
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