Bonus Track

Avances

Que tantas malas leyes complican su vida, lo atormentan con reglamentaciones cada vez más exigentes, despiadadas. Que está harto… Yo no sé qué contestarle. Me callo. Avergonzada, impotente

Un taxista me cuenta que tiene un hijo con dos carreras que ha emigrado para poder vivir y labrarse cierto futuro. En España, su hogar, solo encontraba empleos precarios con los que no podía ni costearse un alquiler. Su mujer heredó un piso, con cuyas rentas pensaba el matrimonio completar los míseros sueldos de ambos, pero el señor emigrante procedente del Norte de África a quien se lo alquilaron, recomendado por una Oenegé, dejó de pagar hace cuatro años, declarándose «vulnerable». El inquiokupa tiene varios hijos, recibe generosas ayudas económicas del Estado, ¡incluso para el alquiler! La propietaria, esposa del taxista, no puede recuperar su propiedad ni cobrar la renta, pero está obligada por ley a pagar los gastos del inquilino, vulnerable «manque» okupa. Por ello, empezó a deprimirse hace dos años. Ahora, apenas se levanta de la cama. Este taxista es autónomo, subió su hipoteca y desde entonces trabaja un tercio de horas más que antes. Apenas llega a fin de mes. Como autónomo, está considerado un «empresario avaricioso», y el Estado le reclama impuestos y obligaciones cada vez más severos. La manera en que la Administración se dirige a él es amenazante. Está asfixiado. Se siente mayor, sabe que la pensión que cobrará será roñosa. Tiene miedo de pasar la última parte de su vida viviendo en una sórdida estrechez. Dice que le quitan lo que logra honradamente con durísimas penas para pagar cuentas que no le corresponden. Se compara con otros, y se amarga. No se puede deprimir porque debe cuidar de su mujer. Dice que le quitan lo que necesitaría para ir tirando, que los poderosos usan su trabajo para pagar corrupciones, pelotazos, comisionistas, delirios independentistas, chiringuitos, propaganda, mordidas…, y subsidios para quienes no contribuyen al sistema pero tienen preferencia para beneficiarse de él. Que tantas malas leyes complican su vida, lo atormentan con reglamentaciones cada vez más exigentes, despiadadas. Que está harto… Yo no sé qué contestarle. Me callo. Avergonzada, impotente. Y pienso que, como diría un político amnistiado, o amnistiador: España avanza.