A pesar del Gobierno
De digos y Diegos
De los políticos cabe esperar bochornos más o menos costosos. Impar es, sin duda, la caradura de los socialistas: Alfred l'Écoutant, que ahora se ha vuelto responsable con Bankia, rechazó solemnemente hace pocos días que se ayude a la banca mientras se acometen recortes sociales, es decir, exactamente lo mismo que hizo Smiley cuando él era vicepresidente del Gobierno -el famoso Smiley que, según dicen, escribe ahora libros de economía y que juró que nadie en el planeta tenía una banca tan estupenda como la nuestra. Otro tanto cabe decir de Barbie, que juró que jamás se destinaría dinero público a los rescates bancarios.
Entonces, ¿la desesperación es la única salida lógica? No, quedan otras dos: la crítica y la esperanza. La crítica podría asentarse sobre la base de reconocer que no hay realmente problemas de mercado en la banca sino problemas de intervención, a menudo justificados con el argumento de que la solución es solo esa intervención. A ver, si lo fuera, y si Bankia necesita tantos miles de millones ¿cómo es que el Banco de España no se dio cuenta hasta hoy? No es la primera vez que el sistema antiliberal montado en torno a la moneda y las finanzas tiene resultados ridículamente contrarios a su propia razón de ser. Hablando de risas, es gracioso que se asegure, a veces con tono admonitorio, que los rescates bancarios con dinero público contradicen el liberalismo; pues claro que lo contradicen, pero no solo los rescates sino todo el proceso monetario y financiero anterior, cuyo intervencionismo desemboca, precisamente, en la necesidad de los rescates. En fin, mientras nos enteramos de cómo se hará exactamente la nacionalización de Bankia, y esperamos que los señores que se sientan en su consejo de administración sean rápidamente reemplazados por señores más baratos, prudentes, sabios, breves y apolíticos, cabe una doble esperanza. En primer lugar, que los años que han pasado hayan producido ya la reestructuración de la economía privada, la que realmente ha pagado el durísimo coste de la crisis, y que estemos por tanto en condiciones de volver a crecer. En segundo lugar, que hayamos aprendido la lección de que en la banca y las finanzas los Estados, los políticos y las burocracias, son ineficientes y onerosos como en todas las demás actividades que manejan, controlan y vigilan.
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