
El trípode del domingo
Un «Centenario» ante ¿una Tercera Guerra Mundial?
Este año es el Centenario de una devoción tan sencilla como de gran importancia tanto para cada uno de los seres humanos a nivel individual, como para el conjunto de la humanidad: la Promesa de «los cinco primeros sábados de mes»
Este año es el Centenario de una devoción tan sencilla como de gran importancia tanto para cada uno de los seres humanos a nivel individual, como para el conjunto de la humanidad: la Promesa de «los cinco primeros sábados de mes». Fue anunciada por la Virgen en Fátima el 13 de julio de 1917 y cumplida el 10 de diciembre de 1925 en Pontevedra, a Lucía, la Pastorinha elegida como transmisora del mensaje de la Virgen, para evitar la que sería la Segunda Guerra Mundial, y que comenzaría en 1939. Lo vivido anteayer en la Casa Blanca, en que literalmente se habló del riesgo de una «Tercera Guerra Mundial», pone de manifiesto la actualidad de ese mensaje. En 1917 cuando sucedieron las apariciones, el mundo vivía una dramática situación en plena guerra que la historia recuerda como la «Primera Mundial», y la venida de María fue para acabar con ella que había comenzado en 1914 y no tenía visos de finalizar. Y además para prevenir de «una guerra mayor», que como es sabido fue la «Segunda» y que afirmó «vendría si no había conversión» porque «las guerras son consecuencia de los pecados de los hombres». Tal como aseguró, «esa guerra» (la de 1914), «acabaría pronto», y así fue, pues finalizó al año siguiente, pero quedaba a expensas de una eventual conversión de la humanidad el que se evitara además la siguiente. Para impedirla al no producirse esa conversión, vendrá en 1929 a Tuy (Pontevedra), a decirle a Lucía que había llegado la hora de que el Papa hiciera la Consagración de Rusia a su Inmaculado Corazón. El Señor le dirá más tarde a Lucía que esa «gracia» estaba vinculada a esa petición precisamente para extender por el mundo la devoción al «Corazón de su Madre, unido al Suyo». Por el mismo motivo –de extender esa devoción–, cuatro años antes en 1925, había efectuado la Promesa de que quienes durante 5 primeros sábados de mes la cumplieran, recibirían en el momento de su muerte la gracia necesaria para correspondiendo a ella salvar su alma». No se cumplió ninguna de las dos peticiones y diez años después vino la Segunda Guerra Mundial. El Papa Juan Pablo II hizo una Consagración en 1984 y se produjo la desaparición pacífica del Muro de Berlín y de la misma URSS. Queda pendiente la práctica de la devoción de los «Cinco primeros sábados de mes», que lamentablemente es ignorada, siendo además un «seguro de vida eterna». Precisamente, ayer 1º de marzo, fue sábado y un momento propicio para comenzarla. Pero «no se puede querer lo que no se conoce» y es un deber moral difundirla.
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