Sin Perdón
El chantaje de María Jesús Montero
«No se trata de algo retórico, sino la constatación de la pulsión autoritaria que afecta a algunos ministros que han perdido los papeles»
No soy el oráculo de Delfos. Por tanto, no sé cuánto aguantará este gobierno que no dispone de una mayoría estable en el Congreso. Lo normal sería que presentara una cuestión de confianza, pero no podemos esperar ni coherencia ni ética en Sánchez. Es cierto que esto último es algo que se extiende en la política europea como pudimos comprobar con la reacción del canciller Scholz tras el desastre electoral de su partido en las europeas y hace unos días en dos estados alemanes. Más graves fueron las palabras del presidente del Gobierno en el comité federal menospreciando al Parlamento. Le molesta que le llamen autócrata, pero es lo que se puede deducir de alguien que considera que puede seguir gobernando «con o sin concurso del Poder Legislativo». No entendí eso de que seguirá su hoja de ruta al margen del Parlamento, porque su legitimidad viene, precisamente, de que fue elegido por él gracias al apoyo de unos aliados muy poco recomendables. Hemos llegado a un punto donde no solo Sánchez, sino una parte de sus ministros han decidido actuar como si fueran unos matones dialécticos que buscan amedrentar a los rivales.
La vicepresidenta Montero podría ocupar este mismo cargo en cualquiera de los gobiernos populistas que todavía se mantienen en Iberoamérica. En este sentido, debe creer que las comunidades autónomas y los ayuntamientos son meros palmeros que tienen que seguir las instrucciones ministeriales. No se ha enterado que unos están dotados de autonomía política y los otros administrativa. En cualquier caso, no son como el Tribunal Constitucional o el Banco de España que se han convertido en meras delegaciones al servicio de la política sanchista. Con Conde-Pumpido y Escrivá se ha garantizado la sumisión de estas instituciones. Montero ha optado por amenazar a las regiones y los ayuntamientos con dejarles sin 11.550 millones si no se aprueba su senda de estabilidad. El problema de fondo es que no se trata de algo retórico, sino la constatación de la pulsión autoritaria que afecta a algunos ministros que han perdido los papeles. España no es una satrapía donde Sánchez y sus colaboradores puedan campar a sus anchas sin ningún tipo de limitación. Montero debería saber que no puede comprar a las autonomías con unas baratijas mientras le regala el cuponazo a Cataluña.
Francisco Marhuendaes catedrático de Derecho Público e Historia de las Instituciones (UNIE)
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