Julián Redondo
A Luisito le dejan ver la tele
Sanción ejemplar, castigo ejemplarizante. En Uruguay interpretan que la FIFA se ha cebado con Luisito (Suárez); el presidente, José Mújica, no la entiende, «a Luis Suárez no le elegimos para filósofo», argumenta. Un ex internacional de la celeste, Chevantón, aconseja la retirada del equipo, «no es ningún asesino», sentencia. Y así sucesivamente al otro lado del Río de la Plata. En la orilla contraria, «Clarín» hizo una encuesta y el 76% de los que respondieron considera justos los nueve partidos, los cuatro meses de inhabilitación y los 82.250 euros de multa. Los uruguayos ni siquiera creen que el ídolo local hincara los dientes a Chiellini. Están convencidos de que todo es un montaje y que el «fotoshop» hace milagros que el dentista no imagina. Para echar abajo la evidencia televisiva, la federación charrúa aportó informes de no sé cuántos especialistas; sólo faltaron los de Horatio Caine (CSI) y, en serio, el diagnóstico de un psicólogo. Porque no es normal la manía que tiene Suárez de morder a los futbolistas del equipo contrario. El bocado a Bakkal le costó siete partidos; el mordisco a Ivanovic, diez; con el de Chiellini ha batido todos los récords. Por algo tan grave como darle a la efedrina, Maradona fue sancionado con 15 meses de suspensión. Sucedió en el Mundial del 94, el de los ocho partidos a Tassotti por romper la nariz a Luis Enrique, el doble que a Leonardo por partírsela a Tab Ramos. En este caso no ha habido sangre, cuya aparición suele ser escandalosa, agrava las agresiones y sugiere ejemplaridad en el castigo; lo que condena a Suárez con tanta severidad es la reincidencia, los antecedentes, ese impulso animal que le impide tener la dentadura quieta. A la FIFA sólo le ha faltado prohibirle el fútbol en casa; a Luisito le dejan verlo por la tele.
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