Elecciones generales

¡A por la cabeza!

La Razón
La RazónLa Razón

Resulta curioso que el PSOE, cuando todo parece encauzarse hacia la abstención en la investidura de Rajoy, recurra a exigir que el actual presidente en funciones no sea el candidato y que el Partido Popular se saque de la manga una alternativa para la siguiente sesión de investidura.

Pero como pedir la cabeza de Rajoy sale gratis, Rodríguez Ibarra, Felipe González, Margarita Robles o quien se tercie la exigen para poder hablar, negociar y abstenerse. Pero no se engañen; el entorno de Pedro Sánchez guarda silencio y repite que el PP es el PP con o sin Rajoy. Y sigue sin moverse de su «no es no». Pero el tema de fondo no es Rajoy, sino la necesidad de muchos líderes socialistas de poner fin al bloqueo de su secretario general. No saben cómo y piden algo que nadie del PP está hoy dispuesto a ofrecer: la inmolación de su líder.

Es curioso, porque hace unos meses, antes de las elecciones del 26 de junio, algunos de los jóvenes cargos del partido conservador se ponían las botas comentando –siempre en voz baja– que Rajoy debía dar un paso atrás. Fueron los que más se sorprendieron con la remontada y, desde entonces, callan a la espera de una investidura o de nuevas elecciones: ya no les vuelven a pillar en aquello. Y quizá por eso es ahora el PSOE del antiguo testamento –aquella vieja guardia de toda la vida– hastiado de los fracasos de su líder y de su estrategia errática, los que plantean al PP que al menos ofrezcan algo para empezar a negociar. Y, como en toda negociación, empiezan pidiendo la luna para poder rebajar las expectativas a medida que se acerque el comité federal posterior a las vascas y gallegas.

Pero hay una diferencia respecto a los meses previos a las últimas elecciones: el PP ha cerrado filas. Nadie lo hubiera previsto, a juzgar por la afición con que los conservadores devoran a sus propios hijos, ministros, ex alcaldes, o lo que sea. Pero está vez no: candidatos como Alfonso Alonso o Alberto Núñez Feijóo, ministros como Soraya Sáenz de Santamaría o García-Margallo, o cargos del partido como María Dolores de Cospedal han hecho declaraciones contundentes en este sentido. Y las más rotundas han sido las de los primeros, las de aquellos que se la juegan en las elecciones. Y es interesante analizar el asunto.

Efectivamente, entre todos los presidentes que hemos tenido en democracia, quizá ninguno con menos encanto que Rajoy. Hasta Zapatero excitaba a sus huestes. Pero Rajoy ni siquiera convence a sus votantes. Pues bien, ese no-líder que ha gobernado cuatro años con mayoría absoluta y uno como presidente en funciones, se ha convertido –gracias a las circunstancias– en un referente frente a los que aún creen que España tiene alguna posibilidad de futuro como país unido y próspero. Albert Rivera emergió como un líder con posibilidades hasta que pactó con el PSOE más radical y nacionalista. Y aquella estrategia no gustó a sus votantes, ni tampoco a los que huían del PP en busca de nuevos pastos. Y pasó lo que pasó.

Por eso ni el propio Rivera se atreve ya a pedir la cabeza de su competidor electoral. Sabe que es un activo, y que muy probablemente –de haber nuevas elecciones– podrían obtener juntos tener la mayoría absoluta de la que ahora carecen.

Pedir la cabeza de Mariano Rajoy es razonable para el PSOE. Solamente quieren salvar los muebles de la debacle que se les viene encima, pero nadie duda de que hoy es el mejor activo de la derecha española.