José María Marco

A por la segunda vuelta

La Razón
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El encuentro de ayer entre Pedro y Pablo sirvió de poco. Una aproximación de boquilla por parte de Iglesias, que consiste en fingir que retira su candidatura a una virtual vicepresidencia, todo con tal de no molestar, en la habitual línea hipersobreactuada de Pablo, y la insistencia de Sánchez en su voluntad de reconstruir el Frente Popular, siempre que participen en él las huestes (no muy abundantes) de Ciudadanos. El elemento más novedoso es que Sánchez echa ahora sobre Rivera la responsabilidad de la falta de acuerdo. Si Ciudadanos quisiera llegar a alguna combinación que lograra comprometer a los de Podemos... Pedro alcanzaría su verdadera estatura de hombre de Estado, que no de jugador de baloncesto, como sugirió ayer Pablo.

Es de suponer que todas estas jóvenes estrellas de la política española se creen redomados maquiavélicos. Ocurre sin embargo que como todo va tan deprisa para no moverse nunca, los sucesivos movimientos, aunque sean muy pequeños, acaban revelando casi todo. Con la insistencia de Sánchez en ir de la mano de Rivera, es Ciudadanos el que ahora dice ‘‘No’’, que es algo parecido a lo que Rivera quería hacer con el PP hasta que desde el PSOE le recordaron que un «No es No», como, por otro lado, ya le había recordado Rajoy a Sánchez en el Congreso.

Todo el embrollo se acabaría en un abrir y cerrar de ojos si Sánchez y el Partido Socialista se rindieran a la evidencia: que ha llegado el momento de los grandes pactos nacionales, que hemos entrado en una etapa nueva de la política española, y que esta nueva etapa requiere la colaboración de los dos partidos en la tarea de gobierno. Todo está ahí, y a lo que venimos asistiendo desde el 20 de diciembre es a un vodevil forzado por un PSOE que quiere seguir viviendo como en el pasado: ignorando la dimensión nacional de la política y convencido de que la única legitimidad democrática está en la izquierda. Es una actitud que ha llevado al PSOE a no ganar por mayoría absoluta desde 1989, ni siquiera en momentos en los que todo le iba aparentemente bien, como en 2008, y a una decadencia abrumadora en cuanto al respaldo electoral.

Es esa misma actitud la que le echa en los brazos de Podemos, aunque Sánchez no parece entender que esos de los que depende son sus auténticos adversarios o, más exactamente, sus enemigos: aquellos cuyo único objetivo estratégico es acabar con el PSOE. En el resto de las fuerzas políticas, nadie piensa así. PP y Ciudadanos apuestan por la coalición, y llevan cien días echando cable tras cable a los socialistas. Ahora bien, como en el PSOE viven en los años treinta del siglo pasado, o no han salido todavía del zapaterismo (es más o menos lo mismo), no hay nada que hacer. La cosa se resolverá, casi sin remedio, en unas nuevas elecciones que serán una segunda vuelta de hecho.