Sevilla
A veces llegan cartas
A veces llegan cartas que te dan la vida, que te dan la calma. Esto decía una canción de Manuel Alejandro, que compuso para Raphael y que pasado los años versionó Julio Iglesias. A mí me llegó un mensaje que me llenó de alegría. Recibí ayer una llamada de Carlos Rúspoli, perteneciente a una familia principesca italiana que se remonta al siglo XIII, y que ha ocupado a través de los siglos un lugar de privilegio tanto en la política como en la iglesia, las artes y las finanzas. Carlos se casó hace 40 años con María, duquesa de Plasencia, hija de Ángela, duquesa de Osuna, título que se remonta a 1562, otorgado por el Rey Felipe II al conde de Ureña, señor de Osuna, convirtiéndose con el paso de los años en una de las principales casas de la nobleza, tanto por los títulos que recibió como por la riqueza y el poder que acumularon. Como verán, ambas familias no carecen de brillante historia. Conocí a los Plasencia por mediación de amigos comunes, en una Semana Santa sevillana –la duquesa de Osuna residía en Sevilla, igual que las otras dos grandes de la nobleza, las duquesas de Alba y Medinaceli–. Desde aquella semana formamos un grupo en Semana Santa y Feria. Aunque nos encontrábamos en Madrid y en otros lugares, la nuestra siempre fue una amistad muy sevillana. Les he dejado en el mensaje. Éste era para anunciarme que recibiría la invitación para la fiesta del 40 aniversario de bodas, que se celebraría en el castillo Rúspoli , en Vignanello, a unos 70 kilómetros de Roma, además acompañado de una serie de actos anteriores a la gran celebración, todo esto a principios de julio. Fíjense si un planazo así no te llena de ilusión. Empezar las vacaciones en Roma siempre es un lujo y, si te lo montas bien, organizas antes o después de la celebración una escapada a Nápoles, Capri, Sorrento, Amalfi... En fin, el sueño de una noche de verano.
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