Alfonso Ussía
A ver, tontín...
A ver, tontín, Puigdemont: Me propongo recomendarle que no diga más chorradas. Supongamos que usted es el propietario de un local comercial y desea explotarlo. Ha conocido a un grupo de personas que elaboran de maravilla las tartas, los pasteles y las monas de Pascua. Y establece usted una rutilante Pastelería. Le ofrezco hasta la razón social. «Pastelería El Proceso». Supongamos que usted es experto en ropa interior, lo que se llama lencería fina. Además de sus modelos, usted comercializa los provenientes de las más exclusivas marcas internacionales. Y ha conocido a un grupo de expertos en lencería fina que desean trabajar para usted. Pues en lugar de la pastelería inaugura la tienda de tangas, sujetadores y demás picardías. Mantengo la generosidad y le regalo la razón social. «Tangas El Proceso». Y hasta sería posible que usted tenga el anhelo de montar una Filatelia. En Barcelona hay una, centenaria, muy buena, la Filatelía Llach. Pero usted desea orientar su negocio a los nuevos coleccionistas. Le advierto. Se trata de un mercado mucho más complicado que el de las monas de Pascua y las bragas de leopardo. Pero se hace con unos empleados profesionales e inaugura su filatelia. Le brindo la razón social: «Filatelia el Proceso». Ustedes, los catalanes, los buenos y los malos – hay muchos más buenos–, son mediterráneos, y por ende descendientes de los fenicios, y por ende grandes comerciantes, y por ende empresarios pujantes. Un comercio en manos de un catalán es una garantía.
Pero un Ejército no se monta de la noche a la mañana. Puede usted adquirir todos los fusiles y subfusiles que quiera, aunque en este caso no se lo hayan permitido. Puede comprar dos carros de combate de segunda mano. Puede adelantarse al desguace de un buque de guerra somalí y adecuarlo a sus necesidades. Puede adquirir en el mercado negro granadas de mano, morteros, lanzamisiles y algún avión de combate. Y puede encargar a cualquiera de las muchas fábricas textiles catalanas los uniformes para sus soldados, marinos y aviadores. Su fracaso es seguro. Un ejército ya sea de Tierra o del Aire, y una Armada, no se hacen con dinero. El dinero es indispensable, pero unas Fuerzas Armadas se mantienen con los presupuestos y la Historia. Con la vocación de servicio, con el amor sin límite a la patria y la Bandera, con el entusiasmo de siglos de sus soldados, con la sangre derramada, con el heroísmo en sus unidades y con la renuncia a los bienes y las riquezas personales. Con más de mil años de Historia se tiene un Ejército. Pero un ejército no se compra en una tienda, ni en un gran almacén, ni en una feria de Muestras. Sus deseados 800 fusiles que se han quedado en el deseo, por buenos que sean, no son más que 800 fusiles. No sirven para nada si las manos que los sujetan no llevan en sus nervios, músculos y sangre el apoyo de la Historia. Y Cataluña, como tal, que jamás ha sido nación, no ha destacado en sus hazañas bélicas. Ni 800, ni 8.000, ni 80.000 fusiles y subfusiles conforman un Ejército. Son los hombres y las mujeres los que, renunciando a la comodidad y al dinero, en defensa y beneficio de los demás, y como herederos de diez siglos de servicio, componen unas Fuerzas Armadas.
¿Usted se figura a los de la CUP defendiendo una posición por Cataluña? ¿Usted se figura a los niños pijos del independentismo ofreciendo su vida por Cataluña? Yo sí me figuro a millones de catalanes derramando su sangre por España, porque conocieron las Fuerzas Armadas y llevan en su ánimo la Historia compartida. Déjese de fusiles. Los fusiles disparan a la orden del soldado. Y usted, antes que los fusiles, tiene que encontrar soldados, cabos, suboficiales, oficiales, jefes y generales. Eso es muy complicado, tontín. Eso es la Historia. Le recomiendo la pastelería.
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