Alfonso Merlos

Acelera un poco más

Artur Mas no es ningún fracasado. Al contrario. Está fracasando la sociedad española y en particular la catalana al ser incapaz de frenar el esquizofrénico y delirante impulso de un político empequeñecido, ensoberbecido, embriagado de arrogancia y que no tiene empacho alguno en dar gato por liebre. Básicamente porque el respetable se lo compra.

Su futuro ya ha empezado. Y su tranquilidad está garantizada. Tiene lo que temía no tener: una aritmética parlamentaria favorable garantizada por el perenne y siempre sediento separatismo de la Esquerra Republicana. No sólo eso: una indiscutible y vergonzosa bajada de pantalones le hace ya presumir de estabilidad en el pacto presupuestario. Y ya lanzado, y aun con la región en quiebra, qué mejor que poder venderle a la parroquia y poder amedrentar a Rajoy con un plan soberanista pergeñado en tiempo récord para convertir a Cataluña en el Estado europeo número 28. ¡Hay que tener ganas de hacer el primo!

En las horas previas a su cita con el presidente del Gobierno, el jefe de la Autonomía con deuda récord de toda España está demostrando que no se va a amilanar. Al contrario. Su actitud vuelve a ser esperpénticamente desafiante. Es la de un macarra. La de alguien que se comporta de forma insolente, vulgar, agresiva y chula. Se asemeja a la de ese conductor descerebrado que, ante la expectación levantada con gente de poco seso, decide quemar neumáticos; que se entrega a pisar el acelerador con el freno de mano echado sin importarle la humareda, ni las pastillas pulidas, ni la generación de inseguridad.

Ése es en el fondo el calentamiento al que se está entregando Mas antes de un encuentro decisivo. Quizá porque el muy honorable se creyó a pie juntillas aquel cantadísimo estribillo de Estopa: «Acelera un poco más/porque me quedo tonto/y vamos muy lentos».