Pactos electorales
Achicharrar a Mariano
Rajoy-Rivera, Rivera-Rajoy se han visto por fin cara a cara tras el 26-J. Nunca ha existido un «plan A». Cuando el líder de Ciudadanos situaba en los últimos días la conveniencia de un acuerdo a tres bandas de su formación junto a populares y socialistas como primera y más idónea fórmula para sacar al país del atolladero, sabía que la opción era tan implanteable como hace seis meses. El «plan B» que ahora se nos vende desde el partido de Rivera es en realidad el «A», la línea de actuación marcada por los estrategas de Ciudadanos desde el minuto uno en que comienzan a lamerse las heridas del último domingo de junio y verbalizada por el propio Rivera hace unas horas tras su encuentro con el presidente en funciones.
Tras el 20-D ya hubo que rectificar desde la formación emergente tras la promesa de campaña de no apoyar a candidatos de otro partido y ahora, diecisiete días después de unos comicios repetidos –hoy se reúne la dirección de Ciudadanos–, la tesitura entre facilitar la gobernabilidad del país o mantenerse en el veto a Rajoy pasa a mejor vida. Rivera se abre a una abstención sabedor de que unas terceras elecciones equivaldrían a quedarse en una docena de escaños y, de paso, además de trasladar al tejado socialista la pelota de la presión, abre la alternativa de un Gobierno del PP en minoría, de una legislatura presumiblemente corta, tal vez de dos años, y en consecuencia de un control puede que asfixiante sobre la gestión de Rajoy. Es cierto que Ciudadanos vuelve a rectificar ahora su promesa de no apoyar a Rajoy ni por activa ni por pasiva, pero podría darse el caso, y no es nada descartable, que pasando a una oposición «constructiva» se pretenda achicharrar lentamente a quien no se ha podido matar políticamente en primera instancia.
Tras el encuentro de ayer entre Rajoy y Rivera y a la espera de lo que se haga y se diga en el que hoy mantengan Rajoy y Sánchez, las fichas ya están en la casilla de salida en lo que va a ser una clara competición entre PSOE y Ciudadanos a la hora de contemplar quién le pone el cascabel al gato o si prefieren quién queda más «retratado» puestos a facilitar la continuidad del presidente popular en La Moncloa. No hay demasiado margen para el engaño. Si el partido de Rivera se acaba absteniendo en segunda votación de investidura, de nada servirá mientras el Partido Socialista se mantenga en el «no», y es curiosamente esa abstención de Ciudadanos la que puede hacer saltar las costuras de los nervios en el PSOE, porque ya no son los 170 frente a los que «no hay guapo» que se oponga como apuntaba Fernández Vara, sino 138, sumado el escaño canario. El panorama está hoy un poco más claro. Rivera ha echado sus cuentas y ve más opciones de crecimiento futuro siendo el inmisericorde fiscalizador constructivo de un Gobierno del PP que ejerciendo de partenaire. Rajoy no es Cifuentes.
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