José María Marco
Adicción
El PSOE y sus allegados están desplegando un laborioso esfuerzo por difundir la idea de que los socialistas ocupan el centro político y que Podemos, la extrema izquierda comunista, es una especie de delfín o instrumento en manos de un PP radicalizado y sin más estrategia que la del miedo. Como el maquiavelismo no excluye la tontería, es posible que en algún momento alguien en el PP viera con ilusión una fuerza que acabara con la posibilidad de que el PSOE volviera a conseguir nunca una mayoría absoluta.
Lo que es indiscutible, aun así, es que el radicalismo de Podemos es heredero del radicalismo del socialismo, en especial del de tiempos de Rodríguez Zapatero. También lo es que el PSOE cuidó amorosamente el movimiento del 15-M, bien aprovechado por Podemos y del que surge el ambiente de violencia que estamos viviendo y que va a tener un coste brutal para la sociedad española. Más cerca en el tiempo, nos encontramos con las alianzas y coaliciones del PSOE en municipios y comunidades, que han llevado al poder a los llamados «ayuntamientos del cambio», buen aperitivo de lo que nos espera tras el 26-J de ganar la izquierda las elecciones, algo probable. Y aún más cerca está la campaña de imploraciones emprendida por Sánchez para que Iglesias se dignara hacerle presidente de Gobierno, aunque fuera por un día.
Se observará que desde que el PSOE se puso en manos de la extrema izquierda comunista no ha dejado de perder votos. Se corrobora así la frase del francés Pascal Bruckner, según la cual hoy en día el izquierdismo es la enfermedad senil del socialismo. Hay algo más, sin embargo, porque el PSOE podría definirse de verdad como una opción de centro. Le bastaría con romper sus afinidades con la extrema izquierda comunista y hacer posible coaliciones de centro en todas las instituciones en las que ha abierto la puerta a podemitas y otros comunistas asociados. Si bien los problemas no se acabarían –como es natural– sí que entraríamos en una etapa nueva y dejaríamos atrás la agonía de otra que no acaba nunca de cerrarse. ¿Por qué no lo hace? Además de otras consideraciones, se diría que el PSOE ha adquirido los hábitos de un drogadicto y, perdida cualquier voluntad, se aferrase a la inyección de la droga que lo mantiene con vida cada vez más dependiente, más debilitado.
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