Atlético de Madrid
Adiós utopía
Avanza escalonado el Bayern; cada metro que gana lo apuntala con la línea siguiente. Cruza el campo como un escuadrón, marcando el paso y el terreno; metódico, disciplinado, como los elefantes del coronel Hathi, sin deshacer la formación, «¡con el un, dos, tres!», hasta que llega a Oblak y lo encuentra: parada providencial a Müller en el minuto 13. El toque de atención suena en los confines del Manzanares. El paradón es una inyección de confianza. La seguridad de la retaguardia anima a la invasión. Los jugadores de Simeone, más timoratos que los de Ancelotti al disponer el número de atacantes, pero más imaginativos, sin embargo saben cómo penetrar en las líneas bávaras. Con menos efectivos, aunque más verticales, ponen a prueba los nervios del soberbio Neuer. Torres está en su salsa, corre y disfruta de ocasiones. Estrella una en el poste y en otra resbala al chutar. Inquieta, no obstante. Los muniqueses han dejado de encontrarse cómodos; los atléticos se asientan, saben a lo que juegan y lo que persiguen, marca Carrasco. En el descanso, 1-0, como en el Borussia Moenchengladbach-Barcelona.
Comienza la segunda mitad. Cautiva el ambiente del Calderón, empuja, y la consistencia rojiblanca resplandece. Pero son alemanes los de enfrente; los mismos que en la edición anterior de la Champions mordieron el polvo en semifinales, con Guardiola en el banquillo. Con Ancelotti elaboran menos, pero infunden idéntico respeto. Son temibles y ésta es la ocasión en que el Atlético tiene que hacer bueno aquel pensamiento de Anatole France: «La utopía es el principio de todo progreso y el diseño de un futuro mejor». Ha cruzado la frontera, progresa, no es un equipo utópico, aunque falla penaltis en instantes críticos –Griezmann, el mejor escribano–. Se ha instalado entre los grandes. Es primero de grupo. También ganó el Barça.
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