Paloma Pedrero

Adolescentes, la paga

Tengo una hija de quince años, así que más o menos sé de lo que hablamos. Acaban de hacer un estudio que pone los pelos de punta. Lo de la paga de más de 100 euros al mes por no hacer nada es lo de menos, pero voy a empezar por ahí. Sí, señor, a nuestros hijos les damos la paga para que salgan a divertirse y, además, les compramos lo que necesitan sin que ellos lo valoren en absoluto. Les damos y damos sin que a cambio acepten ningún compromiso. Ni ayudan en la casa ni cuidan a los hermanos ni pasean a «su» perro, ni están cuando se les necesita. En mi época, ya lejana, los padres ricos ofrecían condiciones parecidas. Pero los otros, la mayoría, nos hacían saber lo que valía un duro. Todavía había reminiscencias de «un hijo es mano de obra», inversión no muy lejana para sustentar a la familia. Ni lo uno ni lo otro me parece bueno llevado al límite, pero estoy convencida de que la segunda opción hace más responsables y valiosos a los niños. Hoy, en plena crisis, nuestros adolescentes ven cómo manejamos el dinero y nos imitan, sencillamente. Y si en casa hay problemas económicos tampoco les incumbe mucho. La idea de sobreprotección, tan nefasta en la educación moderna, les permite no solidarizarse ni con la propia familia. A los hijos no hay que negarles nunca la realidad de la vida porque ésta les llegará queramos o no, y si no están avisados desde pequeños les aplastará la mollera. En una sociedad tan idiotizada como la nuestra los adolescentes son el puro reflejo. Porque la tribu, toda, es la matriz.