Ely del Valle

AgravanTe moral

La Razón
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Llevamos un tiempo en este país que cuando no nos desayunamos en Panamá, merendamos con Suiza, y cuando no son una tía del Rey, un cineasta de éxito, el hijo adoptivo de un barón o un ministro en funciones, los que están bajo sospecha por no haber declarado sus empresas «offshore», es el predicador Mario Conde el que es detenido por meter de tapadillo lo que antes sacó más de tapadillo todavía. Perdonen que les diga, pero esto es un sinvivir, consecuencia la mayor parte de las veces de unas leyes que no obligan a devolver lo robado como condición indispensable para salir de la cárcel, que sería lo lógico y lo justo. Conde no es el primer caso de mangante que cumple su condena sabiendo que, poniéndole un poquito de interés y gracias a los beneficios penitenciarios, en unos años va a poder volver a su casa con el riñón cubierto para varias generaciones.

Tampoco es el primero, y no hay más que remitirse a todos los que salen retratados en los «papeles de Panamá», que juran y perjuran su inocencia, aunque él tiene además el dudoso honor de pertenecer al selecto grupo de tertulianos de temporada que, en un desvergonzado ejercicio de rizar el rizo, se han paseado por los platós de televisión impartiendo doctrina, dando clases de moralidad y, en definitiva, riéndose del respetable en horario de máxima audiencia, lo que debería suponer un agravante penal por lo que tiene de humillación colectiva (ahí dejo la sugerencia). Lo que me sigue llamando poderosamente la atención es que, tal y como está el patio, y visto que por fin parece que la Justicia se mueve con un poco más de brío, los Pujol sigan tranquilamente disfrutando de la sobremesa en su casa, aunque a lo mejor cualquier día de estos nos desayunamos o nos merendamos con alguna sorpresa al respecto. Chi lo sa...