Política

Alfonso Merlos

Al pie del cañón

Al pie del cañón
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La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Qué mal suena eso del desembarco de medio Gobierno de España en Barcelona para tomar el mando y convertirse en la referencia de la Convención del Partido Popular. ¿Llegan a librar algún tipo de batalla? ¿Cuáles son las armas que llevan atadas a la cintura o colgadas del cuello los ministros?

No. Aquí no hay ninguna guerra. Pero sin embargo hay una necesidad de defender con rotundidad, de forma simple y sin rodeos la unidad de España: subrayar lo muchísimo que nos une y poner en su pequeño sitio lo minimísimo que nos divide. Y no. La munición no se va a ver por ninguna parte, salvo que se confundan con balas los argumentos que han de ser expuestos necesariamente para promover una nueva fase de impulso y desarrollo de la España constitucional, sin zanjas ni vallas, sin miradas de reojo ni celos ni grescas ni puñaladas traperas.

No seamos ingenuos. ¿Qué ciudadano es forofo del ministro de Hacienda en España o en cualquier país de nuestro entorno? La cuestión no es aquí que la esperada intervención de Montoro pueda resultar más o menos antipática o simpática a 47 millones de compatriotas. El tema es que el titular del Tesoro va a señalar cuáles son los riesgos, los traumas, el sinsentido, el camino de espinas y dolor que aguardaría a una Cataluña independiente de facto o entregada a la pérdida de tiempo coqueteando con el separatismo.

Es así. Probablemente muchos de los autodenominados de forma cursi «soberanistas» se taparán los oídos para no escuchar aseveraciones, o datos, o balanzas que puedan resultar incómodas. Allá ellos: los gobernantes y los gobernados dispuestos a seguir encerrados en una urna de falacias. Ya alertó Kierkegaard hace un par de siglos sobre las dos formas de dejarse engañar: la primera, creyendo lo que no es cierto; la segunda, negándose a creer lo que es verdad.