Venezuela
Al servicio de Goldman
Según se nos había venido repitiendo durante años, «los mercados» saquean con impunidad a aquellos países cuyos gobiernos pusilánimes no se atreven a doblegar el pulso a los grandes bancos y a financiar su gasto interno mediante el manejo soberano de su política monetaria: ejemplos de este voraz expolio de «los mercados» cabía encontrarlos hace un lustro en los altísimos tipos de interés a los que las entidades financieras globales nos extendían crédito a los países de la periferia europea. De no ser por nuestro sometimiento a la Troika y al euro, se nos decía, podríamos habernos financiado de manera cuasi gratuita. Pues bien, esta última semana, el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro –ése que proclama la superioridad del socialismo democrático frente al oligárquico capitalismo– le vendió a Goldman Sachs, por sólo 800 millones de dólares, bonos de PDVSA que abonarán 2.800 millones en 2022. La transacción equivale a que el independentísimo y soberanísimo Ejecutivo venezolano se ha comprometido a pagarle al maligno Goldman Sachs un tipo de interés anual superior al 30%. ¿Cómo puede ser que Maduro le regale tan extraordinaria cantidad de dinero, procedente del bolsillo del pueblo, a un tentacular banco de inversión estadounidense? Pues porque no es verdad que un Estado pueda hacer frente a cualquier nivel de gasto público... ni siquiera en aquellos casos extraordinarios en los que ese Estado se atribuye y hace uso de poderes autocráticos. Venezuela es una economía devastada por el intervencionismo desbocado de su gobierno hipertrofiado; un gobierno hipertrofiado que, pese a sus omnipotentes poderes, es incapaz de financiarse: rapiñar fiscalmente la miseria de los venezolanos apenas les proporciona recaudación adicional, e imprimir más billetes de bolívares a través de su banco central tan sólo multiplica su hiperinflación interna. Por ninguna de ambas vías son capaces de mantener a flote su gasto público actual. De ahí que la casta política bolivariana, desesperada por evitar el desmantelamiento de las redes clientelares que ha ido tejiendo durante tantos años y que les permiten mantenerse en el poder, acepte pagar tipos de interés desproporcionados a Goldman Sachs. Era eso o aceptar recortes del gasto. No le quedaba otra: los unicornios no existen... tampoco en los Estados todopoderosos y que dicen estar «al servicio del pueblo».
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