Ambición

No esperó al último puerto, ni siquiera al más duro, arrancó. En los tiempos de las sospechas, cuando no faltaba tanto para los hechos, los registros, las persecuciones, los gendarmes y el llanto y crujir de dientes, sentenció Steven Rooks que no se gana un Tour comiendo macarrones... Ni ejerciendo el antipático papel del parásito. Contador atacó. Pudo ser una reacción desesperada de quien cuando las fuerzas responden no se reconoce chupando rueda. Contador es agresivo. O pudo ser una salva, enseñar el colmillo para que no se lo muestren a él porque sabe que anda justito de piernas. Se lanzó y al cabo, cuando en el grupo cundió el pánico y Van Garderen acusó el golpe y a continuación, vacío, echó pie a tierra, vio a su lado a Valverde, que está corriendo el Tour de su vida, que sube, baja y aguanta, que está arriba... Tal vez sintió vértigo porque no colaboró. Fin de la aventura.

Froome vio las orejas al lobo, quizá, y a partir de la neutralización el pañuelo de favoritos no se descosió hasta que Contador aterrizó en el descenso. El compañero Sagan le cambió la bicicleta; el mal compañero Majka se hizo el loco. Delante no hubo parón, al contrario, relevos y respeto reverencial a Froome, sólo desafiado al final, en los metros donde no se gana un Tour ni con macarrones enriquecidos. Por detrás, Contador pedaleaba solo, sin compañía, sin nadie que le diera un respiro, tirara de él y le animara a seguir. No tiene equipo. En vanguardia, Quintana picoteaba, Froome respondía y Valverde miraba. Dos minutos y unos segundos más tarde entró Contador. El Tour es una utopía.

La vida es de los valientes, de quienes no se rinden y persiguen sueños que para la mayor parte de los mortales son utopías. Ejemplo de coraje, lucha, disciplina, capacidad de sacrificio, ambición y audacia es Gema Hassen-Bey. Quiere coronar el Kilimanjaro en silla de ruedas. Barack Obama se ha enterado y la ha invitado a un encuentro de emprendedores en Nairobi. Gema nunca se rinde. Contador, tampoco.