Gonzalo Alonso
Amigos en el mundo artístico
Hace poco me pedía consejo un joven artista sobre una delicada situación con un crítico supuestamente amigo. Si para todos es difícil tener amigos –lo que significa hacerlos y conservarlos– mucho más lo es tenerlos dentro de una misma profesión. A lo largo de los ya más de cuarenta años que llevo en el mundo musical he conocido a muchas personas. Algunas las conocí cuando no eran populares y tras subir al Olimpo no volvieron a bajar a la tierra. Una vez celebraba con un amigo el haber llegado al sitio por el que había luchado infructuosamente hasta entonces. Le dije: «Enhorabuena aunque esto sea el principio del fin de nuestra amistad. Dentro de un tiempo sólo querrás por amigos a los que sean capaces de decirte lo que quieras escuchar y sobraremos los que te importunemos con verdades incómodas». No me equivoqué.
Otro, con el que mantuve siempre una buena relación, también llegó a ocupar un puesto de privilegio en el mundo musical. En nuestra última cena, nada más ser nombrado, le advertí: «Ahora no todo será un camino de rosas y espero que sepas llevar bien mis críticas». No hubo más cenas mientras estuvo en el cargo y tampoco después. A muchos les tiendes la mano y ofreces ayuda cuando llegan a una nueva responsabilidad. Luego nunca te la piden, pero se molestan y hasta te retiran el saludo si no ves con buenos ojos todo lo que hacen y te atreves a escribirlo. Algunos se aproximan con la vana idea de ser juzgados con mayor benevolencia y al comprobar que nada tienen que ver los churros con las merinas, se retiran no sin cierto rencor. Otros pretenden y algunos lo consiguen utilizar al crítico para llegar a olimpos que no están al alcance de su mano y, con frecuencia, cuando tocan el cielo deja de tener ya interés el intermediario.
Incluso existen amigos a quienes les da apuro mantener una charla contigo porque tienen algo que ocultar, algo que preferirían que tú no supieras y, por vergüenza, aparecen y desaparecen como el Guadiana. Luego, claro, están los falsos amigos, los que quieren simular que lo son, pero a estos es fácil distinguirlos e incluso producen comicidad.
Todo esto lo sabe cualquier crítico maduro y no es de extrañar –le expliqué al joven artista del inicio– que se pongan distancias por en medio. Siempre habrá amigos y enemigos en este mundo común, lo importante es que todos reciban del crítico las mismas oportunidades y criterios objetivos. Y, siendo así, no siempre se entenderá cuando se alabe a un enemigo o se critique o silencie a un amigo. Hasta habrá quien buscará inútilmente porqués que son inexistentes. A todos ellos, ya sean unos u otros, mis mejores deseos para estas Navidades.
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