Restringido

Antisemitismo

La Razón
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Acabo de regresar de Francia, donde ha sido muy comentado el caso del cantante judío norteamericano Matisyahu, vetado en principio por presiones políticas de grupos radicales en el festival de Benicasim. La repercusión crítica de Europa, Israel y EE UU obligó a los organizadores a rectificar. Menos mal. Ha sido un alivio. Pero eso no resta importancia a lo sucedido. Coincidió con las airadas protestas en París contra el homenaje civil del Ayuntamiento a la ciudad de Tel Aviv, capital de Israel. El fantasma del antisemitismo, envuelto en razones políticas, vuelve a recorrer Europa. No escarmentamos. Lo ocurrido en Benicasim es un hecho suficientemente grave como para olvidarlo sin más. Los movimientos radicales y populistas de izquierda, que en esto también confluyen, aunque sea por razones aparentemente distintas, con la ultraderecha, como se observa en Francia, acostumbran a ponerse al cuello el pañuelo palestino. Toman virulento partido contra Israel y, de paso, contra los judíos. Lo peor de todo es que tienen una notable influencia en la gente joven menos prevenida, donde se observan, según las encuestas, inquietantes brotes de antisemitismo. Ocurre como en un incendio en el monte. Conviene apagarlo antes de que se propague y se vaya de las manos. Entre los activistas que han tomado por bandera el conflicto palestino-israelí figura el movimiento BDS (o sea, Boicot, Desinversiones y Sanciones a Israel), que es, por lo visto, el que presionó para que le cancelaran el contrato al cantante judío de «repreggae». No son los únicos. En este caso, sea cual sea el discutible posicionamiento político del cantante a favor de Israel, ha habido un hecho muy grave de discriminación política y religiosa, claramente contraria a la Constitución, al pluralismo y a la tolerancia, y que está siendo jaleado por otros. «Apoyo la paz y la compasión para todos los pueblos –ha respondido Matisyahu–, mi música habla por sí misma y no me meto en política». Lo ocurrido, a pesar de la rectificación, es un síntoma de que posiciones políticas legítimas ante un conflicto endemoniado como éste pueden derivar en otro sucio turbión de odio a los judíos.