Literatura

César Vidal

Aquel violín que sonaba durante la guerra

La Razón
La RazónLa Razón

Leer las novelas clásicas sobre la guerra civil española no es empeño fácil. La trilogía de Gironella y las novelas de García Serrano son como el barco del holandés errante, ya que hay gente que dice haberlas visto, pero no hay manera de dar con ellas. «La soledad de Alcuneza» es raro ejemplar hasta en las librerías de viejo; «Cuerpo a tierra», casi arqueología... Podría seguir citando casos, pero baste con éstos. No sólo es que nadie escribe novelas dignas de atención sobre aquel choque feroz sino que, además, las clásicas están confinadas en la librería del abuelo si es que los nietos no las han vendido. Precisamente por eso, «La consagración de la primavera» de Josele Sánchez tiene un valor muy especial. No se trata de un texto para rencores o dogmas. Tampoco es una historia de buenos y malos. Es el relato de lo que significó el drama de la contienda fratricida para dos amigos cuyo punto de encuentro, por encima de clases sociales y de ideología, es la música. Ambos entregarán su vida al violín en paralelo a una España cuya Segunda República se deshilacha hasta concluir en un enfrentamiento a cara de perro entre hermanos. Ambos contemplarán la vileza, el horror y la dignidad en los dos campos en pugna. Ambos se percatarán de que no siempre los cercanos son decentes ni los distantes resultan criminales. La novela de Josele Sánchez es una de las obras más independientes, sinceras y cercanas a la realidad que se han escrito sobre la tragedia indescriptible de cuyo inicio este año se cumplieron ochenta años con no pocos deseando no aprender y sí aprovechar uno de los episodios más pavorosos de nuestra Historia; una Historia que, como bien establece Josele Sánchez en el título, tiene sus rituales stranvinskyanos de sacrificio –de ahí el título– y de pertinaz confianza en un futuro mejor.