Alfonso Ussía
Arriola y el cisne
Arriola es como el cisne negro del «Lago de los Cisnes». Parece que se va a morir, y cuando los espectadores, agradecidos, comienzan a incorporarse de sus butacas resueltos a matar a patadas al primer cisne que se encuentren en un estanque, el cisne negro se recupera, procede a dar nuevos saltitos y cabriolas, y continúa la función. De los cisnes se han escrito muchas cosas. Que si su cuello parece el signo de la interrogación, que si los cisnes unánimes de Rubén Darío, y que son unos cabrones con pintas. Puedo atestiguarlo. En la Ría de la Rabia de Comillas, mientras remaba rumbo a Ríoturbio, fui atacado por un cisne. Y en una de las formidables novelas de P.G. Wodehouse con Bertram Wooster y Jeeves de protagonistas, un cisne malhumorado arremete contra el psiquiatra Sir Roderik Glossop, un personaje retorcido y malvado. El cisne es, sobre todo, un cursi. Un cisne nadando entre nenúfares se me antoja la imagen más insoportable que la cursilería puede ofrecer. Y Arriola es el cisne negro del Partido Popular.
Arriola manda en el Partido Popular más que el gordito asesino en Corea del Norte. Lo que sabrá. Rajoy no teme a Bárcenas, que al fin y al cabo, es poca cosa, muy evidente. Rajoy tiembla con Arriola. Arriola es el Rasputín del PP y Rajoy, la Zarina. A pesar de sus sonados fracasos, sigue dirigiendo las campañas electorales. Gran éxito en la última, con sesenta diputados menos.
Nadie sabe lo que gana Arriola, lo que factura Arriola y cuáles son los conceptos por los que gana y factura. Pero hundiendo al PP se ha hecho multimillonario, lo cual tiene mérito.
Aznar, que fue el visionario que contrató a Arriola, se dejó convencer por éste para que nombrara a su mujer, Celia Villalobos, ministra de Sanidad. Doña Celia había sido una positiva y respetada alcaldesa de Málaga, pero Arriola quería ser consorte de cartera ministerial. Fue una ministra de Sanidad catastrófica, y todo lo que deshizo lo rehizo su sucesora, Ana Pastor, uno de los grandes valores del PP. Rajoy, menos generoso, le ofreció a la señora de Arriola la primera vicepresidencia del Congreso de los Diputados. Una bobada. Y mantuvo a Arriola a su lado. Los consejos de Arriola hicieron el milagro. Que gobernar con 186 diputados en el Congreso se convirtiera en un ejercicio de Gobierno en franca minoría. Como premio, y después de anunciar que Arriola, ya cansado de revolotear como el cisne negro, abandonaba su misión devastadora en el PP, Rajoy recurrió a su sabiduría para revalidar su triunfo en las últimas elecciones generales. Un triunfo chungo, pocho y afligido, equivalente a una derrota. Y cuando todos creíamos que Arriola, al fin, había detenido sus alas y la representación se daba por finalizada, doña Celia repite como Vicepresidenta Primera del Congreso, prueba irrefutable que demuestra quién manda de verdad en el PP. Arriola.
Nada cambiará mientras el cisne negro se mantenga en el escenario. Menos mal que el PP cuenta con personas como Cristina Cifuentes, que se ha adelantado a todos en su afán regeneracionista. Y se dispone a proponer, entre otras cosas, la eliminación de los aforados, empezando por ella, esa vergüenza nacional que Rajoy no ha tenido las agallas, en cuatro años y con mayoría absoluta, de hacer desaparecer. Y ahora propone acuerdos, cambios, cesiones y demás zarandajas, cuando ha tenido todo el poder en su mano para cambiar lo inadmisible y no se ha atrevido a ello. Aconsejado por Arriola. Por el que ha sido el Presidente del Gobierno en la sombra, en la sombra cimarrona, destructora y oscura, como las plumas negras de las alas del cisne.
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