Ely del Valle

Asesinatos de género

La Razón
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He perdido la cuenta de los años que llevamos celebrando el Día Contra la Violencia de Género, pero sí sé que son muchos menos que el número de mujeres muertas este año. Me gustaría saber cuántas mujeres han escapado de su triste destino gracias a la ley que se puso en marcha hace 8 años, a las apelaciones a la solidaridad.

Sospecho que muy pocas, porque el problema de la violencia va más allá del que algunos energúmenos emplean para someter a quien es o fue su compañera. En una sociedad que está perdiendo a chorros la capacidad de empatizar con el prójimo, que permite que se insulte a los muertos y en la que se machaca a golpe de «trending topic» el significado de la palabra compasión, acabar con la violencia en cualquiera de sus formas es poco menos que imposible. Los días conmemorativos se han convertido en círculos en rojo en el calendario, en obligaciones institucionales y, en definitiva, en brindis al sol. No me pregunten cuál es la alternativa porque la desconozco, pero visto lo que estamos viendo, no soy la única. Lo que está claro es que mientras sigamos alimentando monstruos, calificando de «políticamente incorrecto» lo que no son más que verdades como templos, mirando hacia otro lado mientras se nos desmorona el edificio de la convivencia y llamando maltratadores a los que no son más que asesinos, los «días de» nunca dejarán de ser otra cosa que una triste fecha para tranquilizar conciencias.

Y perdonen que sea tan pesimista, pero acabo de leer que hay otra mujer muerta a manos de un asesino al que le ha importado un bledo que hoy sea 25 de noviembre.