Alfonso Ussía
¿Barcelona?
Lo de Tabarnia ha constituido un hallazgo, una genialidad adornada por el talento inconmensurable de Albert Boadella. La fuerza de las redes sociales y los futuros y seguros errores de la farsa independentista, marcarán el desarrollo de Tabarnia, que nació del humor y la broma y se ha convertido en un problema para el antiespañolismo. El más enfadado con Tabarnia es el antiespañol recalcitrante, que no viene del independentismo sino de Podemos. El odio a España del catalanista es consecuencia de la sistemática deformación de la realidad que le ha infectado desde niño el sistema educativo de Cataluña, entregado por Aznar a Pujol a cambio de la cabeza de Vidal Quadras y de los votos vendidos para gobernar. El odio a España de los podemitas es visceral y antiguo. Es un odio comunista que ha dejado de ser obrero para ocupar los espacios abandonados por el pijerío y la vagancia. En resumen, una tontería y una quimera sostenidas por un imposible. Ganar una guerra civil que perdieron hace setenta y ocho años.
Pero así como Tabarnia ha nacido y crecido como una defensa ante el catalanismo supremacista, violento y ladrón, existe otra opción que los separatistas temen más que el desarrollo del hallazgo tabarnés. Y está contemplado y admitido por la Constitución Española. La implantación de Barcelona como autonomía uniprovincial. La provincia de Santander, hoy Cantabria, ha pasado de pertenecer a Castilla la Vieja – Castilla y León-, y con muy limitados recursos económicos es una autonomía uniprovincial. Como la provincia de Logroño, también vieja castellana, y hoy en las mismas condiciones que Santander, mejoradas por la riqueza de la Rioja. Madrid, el Principado de Asturias, Murcia y Navarra son autonomías uniprovinciales, como las ciudades de Ceuta y Melilla, que antaño pertenecieron a Andalucía.
Barcelona es el motor de la economía catalana, y su capital urbana es portentosa, una de las grandes urbes más visitadas por el turismo. Carece de la impresionante riqueza artística de Madrid, pero cuenta con otros atractivos que Madrid no alcanza. El barcelonés – con la ayuda de toda España-, sostiene en buena medida la economía de Cataluña. Su aportación es la más generosa y abundante en beneficio de Gerona, Lérida y Tarragona. Es Barcelona mayoritariamente tabarnesa, es decir, española y constitucionalista. Y antes que el separatismo termine con su riqueza, su tejido empresarial, su importancia nacional e internacional y su prestigio turístico, bueno sería someterse a la prueba del cambio de estadío. Convocar un refrendo legal para conocer si Barcelona y los barceloneses desean quedarse como están – al día de hoy, regular tirando a mal–, o iniciar una nueva etapa como autonomía uniprovincial, al modo de Madrid, cuya experiencia ha sido tan positiva. Si hay una provincia en España capacitada para desarrollarse como una autonomía uniprovincial, ésa es Barcelona.
Las empresas que se han marchado de Barcelona no van a volver. Pero una Barcelona libre de tensiones, abierta como otra cualquiera de las ciudades de España, firmemente establecida en las leyes y renovada de trabajo, inversión e ilusión, captaría el interés del capital que hoy huye por su inestabilidad y futuro nebuloso. Decía Boadella, que los tabarneses desean seguir siendo copropietarios del Museo del Prado, de la Alhambra de Granada y del Pilar de Zaragoza, entre otras maravillas. Los españoles también queremos seguir siendo codueños de la Sagrada Familia, de Montserrat y de las Reales Atarazanas. Y también del acueducto romano de Tarragona, ese territorio que según Rufián, carece de historia y personalidad. Roma no cuenta.
Jamás Cataluña será independiente de España. Pero Barcelona está todavía en condiciones de ser independiente de Cataluña. Es una idea, no una provocación.
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