Política

Pilar Ferrer

«Barones» del PP urgen a un cambio de estrategia

La Razón
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Consternación, decepción enorme, pero con ganas de salir adelante. Es el ánimo actual en todos los altos cargos del Partido Popular, donde Rodrigo Rato Figueredo es historia viva. «Le pese a quien le pese», aseguran algunos diputados veteranos que trabajaron codo con codo con el ex vicepresidente económico y uno de los hombres más poderosos del partido. El escándalo de Rato ha sacudido los cimientos de la organización popular a escasas semanas de las elecciones del 24 de mayo. Un petardazo en toda regla, del que todos los líderes con peso temen salir escaldados. Pero, ¿a quién se le ocurrió el estallido en este momento? Y sobre todo, ¿de dónde salió la filtración para que más de treinta cámaras de televisión y centenares de periodistas aguardaran la detención de Rodrigo Rato a las puertas de su casa? «Es como una enfermedad devastadora, aunque no terminal», dice un presidente autonómico cercano a Rajoy.

El espectáculo y la llamada «pena televisiva» ha puesto de uñas a los barones y lideresas territoriales con mando en plaza. Todos ellos trabajaron, en mayor o menor medida, con Rodrigo Rato y, aunque nadie duda de que si ha cometido delitos habrá de pagarlos, todos coinciden en que el escarnio público, la imagen de un funcionario de Aduanas hincándole la mano en el cuello para adentrarle en el coche policial «era totalmente innecesaria». Pasadas las horas de la detención y los registros, muchos en la dirección regional del PP piensan unánimes que «a alguien se la ha ido de las manos». Y que, por encima de los mensajes templados de Mariano Rajoy, su invocación a la independencia de la Agencia Tributaria y demás órganos fiscalizadores, el tema les pasará una amarga y desoladora factura.

La preocupación es enorme en las filas del grupo parlamentario del Congreso y, sobre todo, entre los barones regionales. Prácticamente todos han trabajado muchos años con Rodrigo Rato, el hombre que forjó el verdadero equipo económico de la derecha hacia el poder. Allí estaban pesos pesados como Loyola de Palacio, tristemente fallecida, y que verá con estupor desde donde se halle lo que está pasando. Cristóbal Montoro, el hombre que labró toda su vida política a la sombra de Rato. Luisa Fernanda Rudí, portavoz de aquel escándalo en la Comisión de Economía contra Mariano Rubio. Líderes regionales como Alberto Núñez Feijóo, Juan Vicente Herrera, Pedro Sanz y Esperanza Aguirre. Esta última, amiga personal de Rodrigo y la única que recogió en la Comunidad de Madrid a estrechos colaboradores de Rato. Entre ellos, a su propia mujer, Gela Alarcó, a la que nombró directora general de Turismo, y a la actual presidenta de la CNMV, Elvira Rodríguez, que llegó a ser presidenta de la Asamblea madrileña.

Sin olvidar otros muchos, como Estanislao Rodríguez Ponga, ex Secretario de Estado de Hacienda, o Manuel Lamela, jefe de gabinete de Rato y al que Esperanza nombró Consejero de Sanidad. O Juan José Güemes, su sucesor, que había sido secretario general de Turismo a las órdenes de otros de los grandes amigos y colaboradores de Rodrigo, el castellonense Juan Costa. La historia y la hemeroteca son inexorables y nadie, a excepción de la nueva generación del PP, liderada por Soraya Sáenz de Santamaría en el Gobierno, y María Dolores de Cospedal en el partido, están exentos de una colaboración profesional a las órdenes de Rodrigo Rato. En el triunvirato de poder, Mariano Rajoy nunca tuvo una especial amistad personal, dado que en aquellos años el gallego era un «soltero de oro». Quienes sí mantuvieron una estrecha relación, íntima hasta el extremo, fueron el matrimonio Aznar-Botella y la pareja Rato-Alarcó. Algo que se quebró tras la separación de Rodrigo y Gela, propiciando un distanciamiento de ambas parejas.

De la sucesión de Aznar ya está casi todo escrito. Pero la huella de Rodrigo sigue presente en muchos altos cargos del PP. Algunos le han dado la espalda. Otros, como Teófila Martinez o Vicente Martínez Pujalte, han sido gallardos. Sin juzgar lo que haya de venir en los Tribunales, Pujalte ha sido claro: «Rodrigo es mi amigo y lo será siempre». Ello le honra. Como sucede con otros muchos dirigentes territoriales y altos cargos que hoy se sientan en las empresas del IBEX y que deben, sin dudarlo, sus cargos a Rodrigo Rato. Los nombres están ahí, y tal vez alguno de ellos se revuelva ahora. Porque, ¿quién le ha puesto el cascabel al gato?, se preguntan altos dirigentes del PP y de las cúpulas financieras del país con respecto a las filtraciones del escándalo.

En el punto de mira está el Sepblac, organismo fiscalizador del blanqueo de capitales dependiente del ministro de Economía, Luis de Guindos. Un hombre nunca militante en el partido, que trabajó años a las órdenes de Rato, pero que nunca gozó del respeto de la militancia como Cristóbal Montoro, un histórico «pata negra». Lo cierto es que los líderes territoriales con peso, quienes se la juegan de verdad el 24-M, han hecho llegar a Moncloa su inquietud y demandan una reunión urgente con el propio presidente. Quieren y exigen hablar con Mariano Rajoy de este asunto y elaborar una estrategia conjunta. La secretaria general, María Dolores de Cospedal, ya no les vale como interlocutora, puesto que ella misma es actora y parte como candidata a la presidencia de Castilla La-Mancha.

El revulsivo está servido. Muchos de los barones que ahora compiten en las elecciones mantienen un profundo desacuerdo con algunas actuaciones del Gobierno y reclaman un giro profundo. «Eso de que la Ley es igual para todos no es suficiente, no cuaja», dicen algunos de ellos que se patean calles y barrios. Mariano Rajoy afronta una campaña dura y envenenada. En su entorno admiten que está preocupado, dolido, pero sereno. La vida política le ha dado tortas por un tubo, aunque ésta es bastante fuerte. De aquí al 24-M la prueba será de fuego. En palabras de un presidente autonómico, también para él, experto en apagarlos.