César Lumbreras
Blázquez, buena gente
Es lo que habitualmente se entiende como «buena gente». Creo que esto es lo más importante que se puede decir del nuevo presidente de la Conferencia Episcopal, Ricardo Blázquez, elegido esta semana por sus hermanos en el Episcopado por una abrumadora mayoría (60 de 79 votos posibles). Ya lo era hace cuarenta años cuando estaba de educador en el seminario diocesano de Ávila. Ahora ha vuelto a presidir la Conferencia en unas condiciones muy diferentes a las de hace nueve años, cuando salió «de rebote» al no conseguir Rouco, por uno, los votos que necesitaba para un tercer mandato consecutivo. Me cuentan algunos que han estado cerca de él en estos días que se siente muy seguro y muy satisfecho por el importante respaldo obtenido. En esta ocasión no tiene que hacerse perdonar el «pecado original» del rebote. Me dicen, además, que está dispuesto a ejercer como presidente, algo que no pudo tres trienios atrás por diferentes motivos, pero a su manera y de forma más colegiada que Rouco. Los que esperen cambios espectaculares en el fondo se equivocan, porque la doctrina es la doctrina y siempre lo será. Sin embargo, sí que habrá cambios en las formas, lo que no es poco, proceso que ya se inició en noviembre con la elección de José María Gil Tamayo como nuevo secretario general de la Conferencia. Desde el punto de vista formal, se abre una nueva época en la Iglesia católica española. Una vez consumado este proceso electoral, ahora toca que Roma mueva ficha y acepte la renuncia por edad de Rouco en Madrid y de Sistach en Barcelona. ¡Ojo, por lo tanto, al tiempo que el Papa tarde en acometer los cambios y al perfil de los nuevos arzobispos!
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